¿Cómo empezar este conflictivo párrafo del Evangelio que va a levantar ampollas incluso entre sacerdotes y católicos «comprometidos»?
 

Porque sucedió que estaba Cristo predicando en una casa tan llena de gente que al llegar su madre y sus parientes no podían conseguir que les abrieran paso. Le mandaron recado avisándolo de que su madre y sus parientes estaban fuera. Alguien dio el recado y el Señor respondió tajante:
 
¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
 
            Y mirando en torno a los que estaban sentados a su alrededor, dijo:
 
  Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mt 12, 49-50).
 
            Kiko Argüello, el fundador de las Comunidades Neocatecumenales, cuenta que él vivía en una casa y dentro de una familia católica; pero confiesa que se desesperaba porque, a pesar de ello, cuando se convirtió, no encontraba allí una familia de Jesús. Ni sus conversaciones, ni sus ideales, ni sus metas, conformaban una verdadera familia de Cristo, salvo una religiosidad y unas creencias católicas.
            Pues esto es lo que quiso inculcar Jesús. Solo son suyos los que tienen creencias, mentalidad, ideales y vida práctica de discípulos de Cristo. Y esto aunque se sea sacerdote u obispo, o aunque se tengan pecados. Para explicarlo mejor, hace tiempo, inventé una definición práctica (no dogmática) de cristiano que dice así: cristiano es el creyente en Cristo, bautizado, y unido al Papa, que tiene mentalidad de Cristo y utiliza progresiva y prudentemente medios adecuados para conseguir la plenitud cristiana. Más tarde añadí: y asciende (según sus posibilidades), con la Gracia de Dios, en las siete etapas de la vida espiritual.
 
Fragmento extractado del libro “El Evangelio vivido” (pag,101-102)
Autor: P. Miguel de Bernabé

Los Tres Mosqueteros