Un joven universitario me ha hecho una consulta sobre el matrimonio homosexual. Mi respuesta ha sido muy sintética y - creo - bastante clara. Lo dejo aquí por si os ayuda. 

El matrimonio es una unión estable entre un hombre y una mujer ordenada a la generación y educación de los hijos, que tiene tres notas que la definen: unidad, indisolubilidad y fecundidad, y en ella el acto sexual adquiere su marco y su sentido en su doble fin: unitivo y procreativo. Además, entre dos bautizados, esta unión adquiere la categoría de sacramento, signo del amor de Cristo por su Iglesia. 
 
Desde esa luz que nos ofrece la Biblia, la Tradición unánime de la Iglesia y el Magisterio, podemos entender por qué la unión entre dos personas del mismo sexo no se puede considerar matrimonio. En primer lugar, no brota de la complementariedad entre hombre y mujer querida por Dios e inscrita en la naturaleza; en segundo lugar, no cumple con el aspecto procreativo propio del matrimonio, ya que los actos homosexuales cierra el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual; en tercer lugar, en ningún momento la Escritura, la Tradición o el Magisterio han considerado esa posibilidad, ya que no significa el amor de Cristo por su Iglesia (varón y mujer); en cuarto lugar, la unión entre dos personas homosexuales (llámese matrimonio o cualquier otra cosa) conlleva que se den actos homosexuales, que no deben recibir aprobación en ningún caso, ya que son actos intrínsecamente desordenados; en quinto lugar, como el matrimonio entre dos bautizados es un sacramento, para poder recibir la gracia del mismo es necesario que el matrimonio se dé según lo que Dios ha revelado de su voluntad, por lo cual sólo puede darse entre varón y mujer. Dos bautizados homosexuales no pueden recibir entre ellos el sacramento del matrimonio, pues no constituyen un matrimonio en el sentido propio de la palabra y querido por Dios. 
 
Los homosexuales "deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana" (Catecismo de la Iglesia Católica 2358 - 2359).