En mis 41 años de vida he conocido gente que dice creer en: Pero lo gracioso es que yo, que creo en Dios, soy (en sentido peyorativo)… ¡el creyente!

Es decir, yo soy un pobre ignorante anclado en el pasado, que todavía necesita de la religión para poder dar algún sentido a mi vida. Vamos, que casi puedo oírles pensando de mí: “Qué lástima, con lo inteligente que parece…”.

Ya lo dijo Chesterton: cuando uno no cree en Dios cree en cualquier cosa. Por eso el mundo no se divide en creyentes y no creyentes, sino en creyentes y crédulos.

Y digo crédulos intencionadamente, porque no se trata de creer en cualquier cosa sino en aquello que sea más razonable para dar respuesta a las grandes preguntas: ¿quién o qué nos ha creado?, ¿para qué lo ha hecho? ¿Cuál es nuestro destino?...

La respuesta más razonable sin duda es: un Ser superior, creador de todas las cosas.

Todo lo demás es credulidad. Chesterton lo vio claro.
Aramis