Seguimos recordando al cardenal Marcelo González Martín en el centenario de su nacimiento. El 3 de mayo de 1997 publicaba en ABC su columna Palabra de vida titulada en aquella ocasión: SIEMPRE EL AMOR.
 

Nacidos para amar. Esta es la gran realidad de la vida cuando se la contempla desde la fe en el Dios de la revelación cristiana. El mensaje pascual de este domingo es el amor. Dios es amor y es auténtico, porque su voluntad es la redención universal. Dios es el Señor de todos, no tiene preferencias por estos o aquellos grupos, por estas o aquellas razas. Todos los hombres pueden recibir su Espíritu.

Como el Padre ama a Cristo, así nos ama Él. Quien no ama no puede conocer a Dios. Amor de Dios a los hombres y de los hombres a Dios. Y por ello amor de los hombres unos para con otros. Esto es lo que viene a decirnos San Juan, como nos lo dijo el Papa Juan Pablo II en Sarajevo. ¡Cuándo llegará el día en que los hombres nos amemos de verdad! Se oye la risa sarcástica de los que se burlan de estos anhelos porque según ellos, no son más que místicos afanes de seres débiles e infelices.

Se oye también el suave rumor de los que pisan la tierra con cuidado para no hacer daño a nadie, los que se buscan para reconciliarse, los que perdonan para ser perdonados, los que son buenos y quieren seguir siéndolo. ¡Cuántos hay en el cristianismo y en otras religiones, en estas y aquellas razas! ¡Qué bien hizo Juan Pablo II predicando incesantemente el amor con palabras que envuelven el corazón de los hombres como si fueran un cálido abrazo de padre que lo sabe todo y a todos quiere abrigar, mientras cae la nieve alrededor!

Que le acompañen centenares, miles, millones de hombres influyentes en la sociedad y predicando el amor… No solo predicándolo, viviéndolo, ayudando a vivirlo y llegará un día en que en los foros nacionales e internacionales... se insistirá en que el hombre, el hombre europeo y el americano, el de África, Asia, Oceanía, ha nacido para amar y tiene que amarse.

Que empiecen a decirlo los jóvenes de la Universidad, los que trabajan en los campos, los talleres y las oficinas, los adultos, los ancianos, todos cuantos puedan hablar, y que la Iglesia sepa educar a todos en ese nuevo lenguaje, el del amor hasta la muerte.

No un amor despojado de la carga y el gozo personal que el corazón lleva consigo en cuanto a efectos, sentimientos, simpatías, relaciones, comprensión, respeto, donación, servicio, porque de lo contrario sería una abstracción más. Todos defendemos y queremos el amor, pero el peligro está en que inconscientemente lo aplicamos solo en la medida en que ese amor nos sirve a nosotros.

La Iglesia, comunidad de fe, de esperanza y de amor, no es un monopolio particular en el que se puedan manipular los dones del Espíritu a gusto y servicio de la propia espiritualidad o de la propia línea de pensamiento y de acción. Por eso es necesaria siempre la intervención de la jerarquía incluso en relación con los carismas del Espíritu, para evitar tendenciosidades y exclusiones, a las que siempre es proclive la condición humana.

La fuerza de la vida cristiana solo progresa en la medida en que se desarrolla en nosotros el sentido de la amistad con Dios y la fraternidad con los hombres.

Acabamos de comenzar el MES de MAYO, el mes de la Virgen María. Afirmaba el venerable Juan Pablo I, siendo patriarca de Venecia:

Con Dios y la Virgen, más que adulto, prefiero sentirme muchacho. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; echo de casa al adulto y también al obispo de expresión adusta y ponderada, para abandonarme a la ternura espontánea, la que adopta el niño frente a su padre y su madre. Ser -por lo menos media hora- frente a Dios lo que en realidad soy, con mi miseria y con lo mejor de mí mismo; sentir aflorar desde el fondo de mi ser al muchacho de antes, que quiere reír, charlar, amar al Señor y que a veces siente la necesidad de llorar, para que se le haga misericordia, eso me ayuda a rezar. El Rosario, oración sencilla y fácil a su vez, me ayuda a ser muchacho, y no me avergüenzo lo más mínimo[1].
 

Y continuaba preguntándose:

¿Oración repetitiva? Decía el beato Carlos de Foucauld: El amor se expresa con pocas palabras, siempre las mismas y siempre repetidas.

¿Oración tediosa? Depende. También puede ser oración llena de gozo y alegría. Si se sabe rezar, el Rosario se convierte en mirada a María, que aumenta en intensidad conforme se avanza. Puede también conseguirlo un estribillo, que mana del corazón y que, repitiéndolo, endulza el alma como una canción.

¿Oración pobre? ¿El Rosario? ¿Y cuál será, entonces, la “oración rica”? El Rosario es un desfile de Padrenuestro, oración enseñada por Jesús, de Avemarías, el saludo de Dios a la Virgen a través del ángel, de Glorias, elogio a la Santísima Trinidad. ¿O es que querrían ustedes altas elucubraciones teológicas? El Rosario expresa la fe sin falsos problemas, sin subterfugios y rodeos de palabras; ayuda a abandonarse en Dios, a la aceptación generosa del dolor.
 
No quiero terminar sin olvidarme de este día entrañable de la madre. Cuenta Tihamer Toth que cuando la escuadra americana se apoderó de Filipinas ocurrió un hecho conmovedor. Frente a Manila estaba dispuesta toda la flota para la batalla. Ya iba a romper el fuego, cuando a un marinero de servicio del buque-insignia se le cayó una camisa al mar. Pidió permiso para recogerla; se lo negaron y se arrojó al agua. Creyeron todos que era un cobarde desertor. A los pocos minutos estaba de nuevo sobre cubierta, pero lo arrestaron y, después de la batalla, el Tribunal militar le condenó a varios años de cárcel. El general Dewey, que actuó de juez, preguntó al marinero cómo pudo hacer tamaña locura por una camisa que nada valía. El joven sacó una fotografía, y dijo solamente: ¡Mi madre! En el bolsillo de la camisa que había caído al mar estaba el retrato de su madre, y quiso salvarlo a toda costa. Dewey abrazó al marinero y lo indultó.

¡Muchísimas felicidades en este día un tanto comercial, pero que nosotros podemos hacer de reconocimiento para todas las madres! Y, cómo no, en este mes de mayo María es nuestro refugio. A Ella acudimos. Cuántos enfermos ponen sus ojos en la Madre mientras padecen grandes sufrimientos. Cuántos que la necesitamos y buscamos su rostro llevamos su imagen con nosotros en el bolsillo. Gracias a todas las madres. Y gracias a María, nuestra Madre.
 
PINCELADA MARTIRIAL
Ayer, sábado 5 de mayo, se celebró en diócesis de Lérida la fiesta del beato SALVIO HUIX I MIRALPEIX. Es el día que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos escogió para la memoria litúrgica del Obispo mártir. El 5 de mayo del año 1935, en la festividad del domingo del Buen Pastor, fue el día de su solemne entrada en la diócesis de Lérida, durante unos años gobernada por el obispo Manuel Irurita, en calidad de administrador apostólico.
 

Traemos este hermoso texto compuesto por monseñor Huix:

«Que todas mis aspiraciones y deseos no sean otros sino dar mi vida para gloria y amor a Vos, ya que Vos disteis la vuestra por salvación mía y el amor a mí. Vos solo me bastáis perfectamente. A Vos doy todo lo que tengo; si más tuviere, con gusto todo lo daría. Hacedme fiel hasta la muerte. Que no retracte nunca esta mi voluntad deliberada actual. Vos lo podéis todo; hacedme la gracia de vencerlo todo, con tal de seros siempre fiel. Lo podéis todo: hacedme vivir y morir con Vos y por Vos, ya que solo Vos sois mi vida, mi santidad, mi amor, mi dicha y felicidad eterna. Os pido, Señor, la gracia de querer sufrir siempre cualquier tribulación, trabajo o enfermedad e incluso la muerte. Os pido la virtud que me es necesaria para luchar contra las dificultades y derramar la sangre, si es necesario, para sostener y defender el honor de vuestro Sagrado Evangelio. Confirmad Vos este propósito y con vuestra virtud divina haced eficaz y perseverante esta promesa mía. Ahora, Padre amantísimo, me coloco yo también sobre el altar del sacrificio y os suplico que os dignéis recibir el ofrecimiento total que os hago de mí mismo, de mi alma con todas sus potencias y de mi cuerpo con todos sus sentidos; todo es don y regalo que he recibido de vuestra generosidad infinita; yo os lo devuelvo en prenda de agradecimiento y de homenaje, protestando aquí, en presencia de los ángeles que rodean este altar, que no quiero servirme de vuestros dones si no es de conformidad con vuestra voluntad santísima».

(tomado de Apuntes biográfico de Mons. Salvio Huix Miralpeix, página 126. Lérida, 2013).

 

Sobre su martirio:
https://religionenlibertad.com/madrugada-del-agosto-cementerio-lerida-segundo-obispo-asesinado-16944.htm
 

 

[1] Albino LUCIANI-JUAN PABLO I, Opera Omnia, Vol. VI, páginas 199-202 (Padua, 1989).