“Señor, Tú que resucitado has vencido la muerte y vives para siempre, sé nuestra alegría y nuestra fuerza en el vivir de cada día a favor de los hermanos. Y que en medio de la historia sepamos verte y nos dejemos habitar por el espíritu de las bienaventuranzas que nos diste como camino de felicidad auténtica”. Hermosa plegaria que colocamos en nuestros labios y en nuestro corazón, en este tiempo de Pascua. La resurrección de Cristo nos invita a que también nosotros “resucitemos las zonas muertas de nuestra vida”.
Jesús nos llama a liberarnos de todo aquello que no da vida, que nos sumerge en un mundo irreal y falso, aunque pueda aparecer revestido de seguridad.
    • Resucitemos nuestras inteligencias para abrirlas de par en par a un Evangelio exigente y a los valores del Reino: la verdad, el amor, la justicia y la libertad.
    • Resucitemos nuestras ilusiones, acaso perdidas entre los afanes de cada día, bien por las heridas recibidas o bien porque no hemos buscado la ayuda y la gracia del Señor.
    • Resucitemos nuestros mejores sentimientos, los más nobles, los más hermosos: la bondad, la ternura, la acogida, la entrega generosa, ese “pasar haciendo el bien” con nuestras mejores palabras y con la “mejor versión” de nosotros mismos.
    • Resucitemos una “sonrisa nueva” que ofrezca confianza al prójimo, seguridad y audacia en nuestros quehaceres cotidianos.
    • Resucitemos “encuentros nuevos” con Jesucristo, en la oración y en la conexión permanente con Él.