El Domingo de Pascua pasado recibí por WhatsApp un vídeo. Distintas personas recibían un mensaje en su móvil y se ponían muy contentas: un señor en un taller, unos estudiantes, una mujer que llevaba un cántaro de agua por un camino de tierra en África, una madre… 

A la tercera imagen ya sabía de qué iba: unos se avisaban a otros de que Cristo había resucitado.

El final del vídeo era chulísimo, el mensaje: THE GRAVE IS EMPTY: HE IS RISEN (La tumba está vacía: Ha resucitado.) Y todas las personas que salieron en el vídeo aparecen mostrando su alegría: unos saltan, otros bailan, unos ríen, otros lloran, otros se abrazan…

No sé quién es el autor pero conmigo ha logrado su propósito: perpetuar en mí el gozo de la Resurrección.

El 1 de Abril celebramos la Resurrección del Señor, el 9 la Anunciación a la Virgen María. El año litúrgico va demasiado deprisa para mí, no me da tiempo a acomodar la mente y el corazón a su ritmo. Todavía estoy colgada de la Resurrección. Y es que este año ha sido distinto a todos los años de mi vida.

Hasta el año pasado he vivido la Resurrección con mucha alegría, con mucha esperanza pero este año me he dado cuenta de que esa alegría era muy pobre, muy superficial…

Este año por primera vez en mi vida he atisbado un poquito del significado de la Resurrección del Señor.  No alcanzaré a comprenderla del todo ni a valorarla del todo ni a darme cuenta del todo hasta que, por la misericordia de Dios, llegue al Cielo y me sean explicadas todas las cosas que no entiendo, pero algo he intuido que me ha removido por dentro con una fuerza desconocida.

Mi vida sigue siendo la misma: misma familia, misma casa, mismos amigos, mismos asuntos pendientes, mismas preocupaciones, mismas alegrías, mismo todo. Pero inesperadamente tengo una luz en el alma que lo ilumina todo de forma distinta. Es una luz tenue, suave, apenas perceptible por mí misma, que no deslumbra y que permite ver todo con más profundidad.

No encuentro palabras para explicarlo porque la única explicación es que esto que siento y que estoy viviendo viene de Dios, no de la naturaleza humana ni de tener un día “guay”. Es como subir de nivel, como estar más alto y ver más allá de lo que veías, como cuando subes al ático y ves más cosas que desde el tercero. Es como pasar del plano teórico a verlo con tus propios ojos, solo que no son los ojos del cuerpo sino los del alma.

Es un regalo que no he pedido ni esperado porque no sabía que existía, pero ahora que lo sé se lo pido a Dios para todo el mundo.

Es una certeza inexplicable de que Jesús de Nazaret después de padecer y morir resucitó, venció al dolor, al pecado, a la muerte… ¡es para echarse a temblar! Pero no de miedo sino de emoción: ¡jolín, que ha ganado! Que ha vencido a sus enemigos, que la muerte no puede con Él, que los cristianos estamos en el bando ganador.

A ver, entiendo que no se me entienda porque ni yo misma sé cómo explicarlo… Lo que sé es que aunque la vida no siempre es fácil ni bonita, aunque a veces nos pasen cosas que nos hacen sufrir, tengamos dificultades de todo tipo, estemos tristes, preocupados o agobiados…, ahora que HE SENTIDO LA RESURRECCIÓN, sé que puedo con todo.

Porque no soy yo la que puede con todo lo que me echen, sino que es Cristo resucitado en mí, “(...) todo lo puedo en aquel que me conforta (…)” Filipenses, 4,13. Es su poder, es su fuerza, es YO SOY quien me lleva en sus manos.

No sé si mis palabras te aclaran o te confunden, así estoy yo: tan contenta, tan feliz, tan segura que es como si estuviera “colocada”, aunque por fuera estoy como siempre.

Esto que digo suena raro, lo sé, pero es lo que siento y es lo que estoy viviendo. Suena raro y sueno a loca, a friki, a tía que no está en la realidad, a ingenua, a inconsciente… todo eso me lo han llamado ya así que no me afecta. Lo que estoy viviendo es tan real, tan intenso, tan fuerte, tan bonito…. ¡que me da igual lo que me digan!

¡Ojalá todo el mundo viva lo que me está pasando a mí! Y no para que me entiendan y me den la razón, qué va, sino para que puedan experimentar la fuerza y el poder de Dios nuestro Padre y sean capaces de abandonarse en Él y poner cada cosa en su sitio, darle a cada asunto la importancia que tiene y no más, y dejar de angustiarse por los problemas y los afanes del día a día.

No soy una ingenua, todos somos personas que vivimos en la Tierra y sabemos que hay cosas que no pueden esperar y hay que arreglarlas ya, sabemos que hay temas difíciles de abordar, sabemos que uno a veces se pone enfermo y no puede quedarse en casa, sabemos que a veces falta el dinero pero los recibos siguen llegando, que los jefes o los compañeros no siempre nos tratan como nos gustaría, en fin, que la vida no es un cuento de princesas.

Pero ahora que voy comprendiendo el significado de la Resurrección, todas esas cosas no me asfixian. Me hacen sufrir, me molestan, me preocupan, me quitan el sueño… pero no acaban conmigo. No acaban con mi esperanza. No acaban con mi alegría. No acaban con mi fe.

Ya lo dijo Cristo: “(…) mi reino no es de este mundo”, Juan 18, 36. Por eso las cosas de la fe el mundo no las entiende, por eso el mundo nos tacha de locos y frikis y pirados a los que vivimos de Cristo.

Pero es verdad: LA TUMBA ESTÁ VACÍA: HA RESUCITADO.