Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
 
Domingo de Pascua de la resurrección del Señor
 
[¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! Comienza un nuevo día: el primero de la semana. Comienza un nuevo tiempo, el Tiempo Pascual, que dura cincuenta días y concluye con Pentecostés. Iniciamos nosotros también un tiempo para gozar del gozo de Cristo, para alegrarnos con la alegría de Cristo, para dejarnos consolar por Él y poder ser consoladores. Es tiempo de Presencia Viva del Crucificado-Resucitado: tiempo de Consolación, de Alegría y de Paz. Lo pedimos con nuestro reiterado canto del Aleluya.]
 
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… Tu Presencia de Resucitado me invade, lo sé porque lo creo  y porque lo creo, lo veo: la Vida Nueva, que eres Tú mismo me envuelve y me llena… Hazme gozar, Señor, de tu mismo e intenso gozo…
 
Del Evangelio de san Marcos 16,1-8 (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
   
-Contempla la escena en movimiento con mucha atención a las personas.
¿Quiénes son las protagonistas? María Magdalena, María la de Santiago y Salomé: las únicas mujeres que, con María la madre de Jesús, habían quedado en el Calvario, después que los discípulos le abandonaran. ¿Cómo se atreven a tanto cuando saben que el sepulcro ha quedado taponado en su entrada por una gran piedra? El amor a Jesús no les hace pensar en la dificultad, sino en la posibilidad. ¡Qué gran ejemplo! ¿Qué es lo que me ocurre a mí cuanto aparecen las dificultades para seguir a Jesús, ¿parálisis o generosidad para afrontar la posibilidad que eso puede representar? Aquí está lo importante. Estas mujeres, no los varones, son el prototipo de las auténticas actitudes del verdadero discípulo: el seguimiento y el servicio, pese a la oscuridad y a la dificultad. De hecho, ellas, -que no ellos-, habían sido testigos privilegiados de la muerte y la sepultura de Jesús. ¿Son esas mis actitudes habituales o son intermitentes? La Pascua es la gran oportunidad para empezar a vivirlas con generosidad.
¿Dónde iban? Fueron al sepulcro. Sinceramente pensaban encontrar el cadáver de Jesús y terminar de arregarlo para que quedara bien enterrado. No esperaban encontrarlo vivo, no, pues habían comprado aromas para embalsamarlo. Pero el amor, más aún que el valor, impulsan a estas mujeres. Han amado más, por eso han madrugado más. Quieren seguirlo y servirlo hasta el final de su vida. El Maestro se lo merece. Lo demás ni lo piensan. ¿Estoy decidido a seguir y servir al Señor hasta el final, aunque me parezca que a veces o por largo tiempo, ha muerto en mi mente y en corazón? ¡Mira que ahora ya ninguna muerte, ninguna, tiene la última palabra!
¿Y cuándo fueron?  Muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol. ¿Tan urgente era? Para un cadáver no, para ellas sí. Para los discípulos encerrados por miedo en una casa no, para ellas que vivían solo del amor y del servicio sí. Para el amor no cuenta el tiempo, cuenta el Amado, vivo o muerte, pero el Amado. Piensan en Él, no en sí mismas. Está claro: las mujeres han ganado y con mucho a los discípulos, a los varones. Eso es bravura, qué digo, Amor verdadero. De eso, ellas saben y viven mucho, nosotros los varones, poco, a veces nada. ¿Me siento de verdad interpelado por una tal entrega? En esos corazones no reina el egoísmo. ¡Hoy, en Pascua, tómate la temperatura de tu corazón! ¿Entiendes? Pregúntales, si no, a esas tres mujeres.  
-A la contemplación de la escena hay que añadir ahora la escucha atenta de las palabras. Mira, contempla y escucha… Están llegando al sepulcro y rompen el silencio de la noche. Se entiende. ¿Quién les va a abrir el sepulcro? Ni lo habían pensado. Es que el corazón va más allá que el pensamiento. Miran hacia el sepulcro y ven que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Cuando buscan lo que buscan, a Jesús, las dificultades pueden ser a veces grandes; pero el Señor sabe allanarlas porque Él ve el corazón y conoce sus intenciones: eso es lo que Él valora y a lo que responde. Ante las dificultades en la búsqueda de Jesús, ¿cuáles son mis reacciones? ¿Cuáles mis intenciones? Tienen que ser Él: encontrarle y amarle. Servirle. ¡Y no acobardarse!
   
-Nada les detiene, entran y vieron. El atrevimiento es grande como su amor. ¿Y qué ven? Un joven vestido de blanco: su presencia, su edad, el lugar donde está sentado (la “derecha” evoca el la Biblia éxito, felicidad, salvación), el color de la túnica (el de un ser celeste)…, todo ello es muy elocuente, pero ellas no lo entienden todavía. Son demasiadas y sorprendentes cosas que las mujeres ni podían sospechar. Por eso se atemorizan; más, quedaron aterradas. Seguramente paralizadas. Y sin respiración. Por eso no entienden. Las sorpresas de Dios suelen ser así: pequeños datos sorprendentes y para quien está atento, preparación de lo que puede suceder. ¿Me ha sorprendido Dios alguna vez? ¿Cuándo, cómo,  por qué? ¿Sé leer los signos de Dios o todavía no? En Pascua déjate sorprender por el Resucitado: está Vivo; está en ti. Ahora, yo: ¿Qué veo? ¿Qué oigo? ¿Qué experimento?
   
-Contempla la escena de luz y escucha bien las pocas y claras (luminosas también) palabras del ángel. Primero tranquiliza a las mujeres. Así es siempre Dios. Pone quietud en el alma. Luego pregunta, porque quiere que la persona tome conciencia y tenga su palabra que decir. Después afirma lo que desea comunicar, e invita a ver para confirmar. Y finalmente da la misión: Id a decir… ¡Qué cercano es Dios! ¡Qué claro y respetuoso! ¡Con qué amor trata! Si uno no está acostumbrado a tratar con Él, puede parecerle un tanto complicado y oscuro; pero no es así. ¿Cómo me suenan a mí estas palabras del Evangelio? ¿Las percibo como dichas para mí? No lo dudes: de hecho ahora están dichas para ti. Las mujeres guardan absoluto silencio y no sabemos lo que hicieron. Ten en cuenta esto: por una parte Dios quiere que guardemos silencio de sus comunicaciones, mientras él no lo sugiera de alguna manera. Lo que sí desea es que, de inmediato, lo acojamos y lo vivamos. Pero sí hay que decir que este texto termina inconcluso, como un relato abierto. ¿Por qué será? Sencillamente porque quiere que el lector, el orante o quien ahora contempla la escena, -tú mismo-, se haga cargo personalmente de completarlo llevando a cabo esa seguridad de la resurrección del Señor y esa misión encomendada a las mujeres, convirtiéndose en testigo vivo de la resurrección del Señor. Estás invitado. ¿Quieres hacerlo? Te inundará el gozo y la alegría propios de la Pascua. ¡Ah! Y no olvides que ese “volver a Galilea” significa estar dispuesto a comenzar siempre de nuevo, a no dejar que las experiencias de muerte, de dolor, de incoherencia, de negatividad o pecado…, paralicen o frustren tu camino de discípulo misionero de Jesús-Resucitado. ¿De qué manera te interpela esa invitación en este preciso momento de tu vida?
 
Feliz Pascua de Resurrección. Aleluya.
¡Gritos de alegría! ¡Haced fiesta! 
¡El Señor ha resucitado, ha vencido a la muerte!
¡La victoria es de nuestro Dios…!
Exclamaciones como esta empapan hoy la liturgia.
Todo es gozo y alegría, y no es para menos:
¡canta la victoria de nuestro Salvador!
Y tú, ¿te unes a los cantos? ¿Has resucitado?
Hoy es el día de la gracia, el día del Señor. No lo dudes: Esta victoria es tuya, es un regalo para ti..., con tu nombre y apellidos.
Es la victoria en tu historia. ¡Tienes motivos para saltar de alegría!
Cristo vive. Vive hoy, Aquí. En ti…
 ¿No te sientes salvado?
¡Aleluya!