El 27 de agosto de 1883, después de una serie de explosiones menores que habían comenzado en mayo del mismo año, se produce en Krakatoa, pequeña isla al este de Java, el fenómeno geológico más potente que registra la historia conocida por el ser humano, una historia que apenas alcanza unos cinco mil años, -de los cuales, tres mil de manera bien somera-, en los casi cinco mil millones que atesora nuestro planeta. (Es decir, que tenemos “algún” conocimiento sobre la vida en la tierra de uno de cada millón de años que tiene de edad).

             La erupción acontecida en 1883 no era la primera que las fuentes registran en el mismo lugar: constan al menos otras dos, en los años 417 y 535. Pero las consecuencias de esta última serán las más devastadoras, produciendo la muerte de unas 36.000 personas, -no en la propia isla de Krakatoa, inhabitada, sino en las pobladas islas cercanas de Java y Sumatra-, y lo que es aún más llamativo, la práctica desaparición del archipiélago. Así de potente fue. Las explosiones se escucharán incluso en Australia, a más de 3.000 kilómetros de distancia.

             Otra consecuencia de la erupción, -a nivel geológico y meteorológico, la más importante quizás-, serán sus cenizas, que ascenderán hasta los 80 kilómetros de altura, produciendo tal cantidad de polvo volcánico, que éste se expandirá por todo el planeta y hasta impedirá la entrada de una parte de la radiación solar, lo que, según se ha calculado, produjo la bajada de 0,5º (medio grado) en la temperatura media mundial durante dos años (ver estudio en https://www.divulgameteo.es/fotos/meteoroteca/Grandes-erupciones-clima.pdf página 236).

             En cuanto a la potencia de la explosión, se calcula que la erupción volcánica del Krakatoa tuvo una potencia 23.000 veces superior a la de la bomba atómica de Hiroshima.

             Lo que me lleva, por fin, a la conclusión de este artículo: para conseguir que la temperatura mundial baje medio grado durante dos años (durante dos años, no para siempre), el ser humano necesitaría lanzar... ¡¡¡23.000 bombas atómicas como la que los norteamericanos arrojaron sobre la ciudad japonsa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945!!!

             Y ahora dos preguntitas de nada, para ir abriendo boca: ¿me sabe alguien calcular cuántos trillones de pedos se tienen que tirar las vaquitas que nos comemos para conseguir similar efecto? Y otra que aún me turba más, si les digo la verdad: ¿conseguiremos los seres humanos evitar el cambio climático viajando en las barquitas en las que lo hace la Niña Greta?

             Que hagan mucho bien y que no reciban menos.

 

 

            ©L.A.

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