BEATO RAMÓN MARTÍ SORIANO

Nació en Burjassot (Valencia), el 7 de octubre de 1902 en una familia de condición muy modesta. A los doce años quería ser salesiano, pero le aconsejaron que fuera sacerdote secular para poder así ayudar a sus familiares. Primero fue alumno externo del seminario, y luego fámulo del rector y oficial de la secretaría de estudios. Vivía con amor su pobreza y decía que no sería sacerdote para ganar dinero. Se ordenó sacerdote en 1926 y fue enviado como coadjutor a Vallada, donde hizo una gran labor apostólica, cuidando de manera particular la catequesis de niños y adolescentes y la liturgia. Tuvo también un agudo sentido social, y una atención muy especial con los pobres, atendiendo en cierta ocasión personalmente a un enfermo de lepra con el mayor sigilo.
 

D. Ramón atendiendo a los enfermos, pintura mural de José Antonio Espinar en la Capilla del Beato, parroquia de San Bartolomé de Vallada. El título de Espinar para el otro mural es Apoteosis de D. Ramón (bajo estas líneas).
 

Era también un magnífico director de almas, y hacía de auténtico enfermero con el anciano párroco, de carácter difícil y de salud mental endeble, del que fue regente a causa de su situación. Vivía con alegría la pobreza y no se avergonzaba de sus humildes orígenes.

El mártir fundó el Sindicato de Nuestra Señora de los Desamparados, también conocido como “Sindicato del Mimbre”, para “defender y organizar a las mujeres que trabajaban el mimbre y eran explotadas constantemente por empresarios”.
 

El pueblo tiene una estatua de bronce del mártir para perpetua memoria.

Tras las elecciones de 1936 se le expulsó el Viernes santo del pueblo, no sin que antes él hubiera advertido en el púlpito de los peligros que corría la religión, y animado a los fieles a perseverar hasta el martirio. Estas palabras fueron calificadas de «políticas». Su expulsión fue muy sentida en Vallada. Estallada la revolución del 18 de julio, él estaba en su pueblo natal con sus familiares, en la casa de una hermana casada, y siguió atendiendo a las hermanas trinitarias, de las que era capellán, pero las hermanas hubieron de dejar el convento y dispersarse. Pasaba los días en retiro y oración, vistiendo su sotana y serenando a sus familiares, y mostrándose dispuesto a ser fiel a su sacerdocio hasta el final. El 27 de agosto vinieron a buscarlo cuatro milicianos. Él los recibió asegurándoles que no renegaría de Dios ni de su religión, y que podían matarlo si ser sacerdote era delito. Se despidió de su familia y fue llevado al Comité. Se le propuso renunciar a Jesucristo y así salvarse. Él se negó. Aquella noche insistieron en que renegara. Él dijo que no. Fue llevado a la carretera de Godella a Bétera y allí fue fusilado. Fue beatificado el 11 de marzo de 2001 por san Juan Pablo II en la ceremonia conjunta de los 233 mártires de la persecución religiosa en Valencia de los años 19361939.

En la localidad valenciana de Vallada el nombre del Centro de Educación de Infantil y Primaria lleva el nombre del Beato: CPEI Ramón Martí Soriano.