Probablemente no soy la persona más equilibrada del mundo.
 
Llevo toda vida intentando serlo. No lo consigo.
O, por mejor decir, no siempre lo consigo.
 
Ayer, en la famosa red social, la ira y el personaje pudieron a Francisco Segarra.
El incidente es lo de menos.
 
Lo de más fue la llamada de mi hijo y su consejo.
 
–Déjalo. Pierdes la paz. Pecas. Ofendes.
 
Así que, como públicamente ofendí a mi amigo Jordi Graupera, públicamente le pido disculpas. Y como públicamente pude contribuir a incrementar la tensión existente en mi tierra, Cataluña, públicamente deseo contribuir a la concordia.
 
Es Cuaresma.
 
Es providencial todo esto.
Ayuno de Twitter, ayuno de ira, ayuno de orgullo y de soberbia.
 
Con mi amistad, mi rectificación y, de nuevo, pido perdón.
 
Quedo, como siempre, al servicio de todos ustedes en lo que pueda ayudar.
 
 
Francisco Segarra.