Sí, ayer empezó la Cuaresma… otra vez. Como cada año.   ¿Te aburre?

Pero todos los años repites cosas: cumpleaños, aniversario de boda, comienzo de curso, comienzo de vacaciones, fin de vacaciones, cuesta de enero, itv…

¿Cómo te tomas estas cosas anuales? Porque “en este mundo traidor nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira” (Ramón de Campoamor)

Esta frase me hace sonreír porque me recuerda a mi profesora de estenotipia de la academia de secretarias donde estudié, que nos la repetía una y otra vez como si no hubiera un mañana…

Bueno, el caso es que ya es Cuaresma otra vez pero no tiene por qué ser un muermo si decides vivirla bien por amor a Cristo, por gratitud a Él por todo lo que hizo y hace por ti, por amor a Dios, por obediencia a tu madre la Iglesia que te pide muy poco a cambio de todo lo que te da.

Porque vamos a ver, ¿qué nos pide la Iglesia que hagamos o no hagamos en Cuaresma?  ¿Para qué sirve la Cuaresma en pleno siglo XXI? Pues sirve para que hagamos un parón en este tiempo de velocidad en que vivimos y reflexionemos un poco acerca de cómo podemos mejorar por dentro (eso se llama hacer examen de conciencia), como personas y como cristianos porque es tiempo de conversión, para poder festejar con el alma bien limpia la Resurrección del Señor que vendrá más adelante.

La imposición de la ceniza nos recuerda que no somos nada, no somos nadie: hoy estamos aquí y mañana o esta misma tarde podemos habernos muerto por cualquier cosa, que nos atropelle un autobús o nos dé un infarto. No está mal que al menos una vez al año nos recuerden esto porque durante los otros 364 días es frecuente que nos creamos el ombligo del mundo.

Bueno, el intríngulis de la Cuaresma: el ayuno y la abstinencia. Es muy simple: la abstinencia consiste en no comer carne, el ayuno en hacer sólo 1 comida fuerte al día, no en pasarse el día entero sin comer. La abstinencia obliga desde los 14 años, el ayuno desde los 18 y hasta los 59. La abstinencia se extiende a todos los viernes de Cuaresma. La abstinencia y el ayuno juntos sólo hay que hacerlos el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

¿Por qué? Porque son una forma muy gráfica de recordarnos que el mundo material es finito, que no debemos apegarnos a las cosas de la Tierra porque no nos las llevaremos con nosotros al otro barrio y es bueno que tratemos de estar desprendidos de lo material para dejar espacio a Dios en nosotros y en nuestra vida.  Además, si Cristo se preparó para su vida pública haciendo ayuno algo bueno tendrá, digo yo, y seríamos tontos si los cristianos no le imitáramos.

Y la Iglesia no es rígida, aunque haya quien quiera hacérnoslo creer: según las Conferencias Episcopales de cada país se pueden cambiar los ayunos y abstinencias por otras mortificaciones. Incluso preguntando al propio director espiritual se puede hacer si hace falta; en una plática un sacerdote contó que a una persona que estaba enferma le cambió los ayunos y abstinencias de Cuaresma por comer muy bien todas las veces todos los días, y que le costó mucho porque hería su orgullo pero obedeció.

La Iglesia es nuestra Madre y nos trata como una madre buena y amorosa. ¿Le vamos a negar lo poquito que nos pide en Cuaresma?

Para hacer ambiente te recomiendo que escuches esta canción del Grupo Betsaida, que seguramente incluiré cada Cuaresma.