Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, escribió una bella narración sobre Don Roque -alias Solitañaque tenía una tienda de ropas en Bilbao y visitaba el santuario de Begoña, decía:

-“Todos los días rezaba el rosario. Repetía las avemarías como el canto de la cigarra o el ritmo y el sonido de las olas del mar...  Todo ello se convertía en un himno de súplica y alabanza. Le salía de su mente y de su corazón convertido en palabras”.

Hoy la ciencia psicológica afirma: “La repetición constante de una misma palabra -o palabras - es un método eficaz para desconectar del medio donde uno está metido -dolor, sufrimiento, muerte- para relajarse, evadirse e ir en busca de la paz y sosiego.

Estudios técnicos de neuroimagen, han comprobado que: “El acto de las palabras repetitivas produce una desactivación del córtex cerebral: repetir constantemente una o varias veces palabras: ayuda a dejar de pensar en aquello que nos angustia y preocupa. Sea al hablar, recitar o rezar, le estamos, diciendo también, a nuestra mente, al organismo, lo que debemos sentir, pedir, vivir. Le damos instrucciones que generan emociones positivas”.

La Dra. Fouchet, parisina, médico de urgencias, escritora, afirma:  
-“Sí. Yo rezo. Y funciona. Me ayuda.” Nada como probar.

¡Qué maravilla rezar el rosario!