Hay una novela muy divertida de un conocido escritor estadounidense, John Grisham, famoso por sus novelas policiacas y de suspense judicial, p.e. “El informe Pelícano” o “El cliente”.   Pero no es tan conocida esta que te digo: “Una Navidad diferente”, que recomiendo que leas porque es desengrasante, provoca la risa y no hay que hacer ningún esfuerzo intelectual para seguir la trama.

Además me ha dado la idea para el título del presente artículo, que no va sobre literatura sino sobre otra cosa:

Quiero invitarte a pensar en cómo vives la Navidad, qué sentido tiene para ti y qué esperas en este tiempo tan especial, casi mágico. Tú. No tu familia, ni tu esposa, ni tu marido, ni tu cuñao, ni los del cole de tus hijos…. No. .

Mirando alrededor lo que pasa en mi ciudad, Madrid, año tras año, he observado que podemos caer en una especie de enfermedad estacional, la “Navidatosis”, muy contagiosa.

A principios de Noviembre  podemos ver ya algún que otro escaparate con adornos navideños y en los supermercados todos los dulces típicos de Navidad: polvorones, turrones de mil colores y sabores, mantecados, pan de higo… 

Y sin darnos cuenta, con el paso de los días acabamos en medio de un torbellino de prisas, multitudes, música de fondo en los centros comerciales de villancicos cantados por un coro de voces gatunas, luces en las calles y consumismo.

Y queramos o no terminamos con varios catálogos de juguetes en las manos para que nuestros niños puedan ser bien específicos en sus cartas a los Reyes Magos y a Papá Noel.

Cuando no estamos en el trabajo hay que aprovechar para hacer los preparativos para las cenas y comidas familiares: pensar los menús, revisar las mantelerías, vajillas y cristalerías, comprobar si tenemos ropa para la ocasión…

Inmersos en esta vorágine que nos rodea se nos puede olvidar qué es la Navidad, qué celebramos, de quién es el cumpleaños.  Porque en esencia la Navidad es el cumpleaños de Jesús de Nazaret. ¿O no?

Por otro lado hay mucha gente que  no está tan despistada y es consciente de qué es la Navidad. Durante el Adviento se preparan interiormente, hacen una buena confesión, se vacían de sí mismos para dejarle espacio al Señor y estar en sintonía con Él.

En sus casas o lugares de trabajo ponen un belén, una corona de adviento, villancicos…Incluso algunos se implican en actividades solidarias para que participen del espíritu de la Navidad personas necesitadas: mendigos de la calle, enfermos de los hospitales, marginados, personas solas… Y explican muy bien a sus hijos el auténtico significado de la Navidad.

Eso es admirable y sería muy bueno que mucha más gente viviera así este tiempo del año tan especial.

Pero, ¿y si la necesitada soy yo? ¿Y si la sola, la enferma, la marginada… soy yo y no me he dado cuenta porque la vida me lleva en volandas?

¿Y si por mis buenas disposiciones, por querer cubrir la
pobreza del Niño Jesús, la soledad y marginación de María y José esa noche en Belén, por querer compensarles por tanta carencia y necesidad como van a sufrir… no estoy viendo las mías?

¿Y si me he olvidado de PARA QUÉ vino Dios-El Niño Jesús al mundo?
 
Veamos qué dicen las Sagradas Escrituras sobre esto:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor” Lc 4, 1719; cfr. Is 61, 1-2

 “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; (…)” Jn 3, 16-21

“(…) el último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó diciendo: ¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba!” Jn 7, 37-39

 “(…) toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de Él una virtud que sanaba a todos” Lc 6, 19

Y el Papa Francisco dijo en una de sus meditaciones, (no la ubico ahora mismo, perdóname): “Si en la creación el Padre nos ha dado la prueba de su amor inmenso dándonos la vida, en la Pasión de su Hijo nos ha dado la prueba de las pruebas: ha venido a sufrir y morir por nosotros. Y esto por amor. Así de grande es la misericordia de Dios, porque nos ama, nos perdona con su misericordia, Dios perdona todo y Dios perdona siempre.”

Cristo, Jesús,  no ha venido para condenarnos y castigarnos lleno de ira sino para salvarnos.

Dios se hizo un bebé para venir al mundo sin asustarnos y así darnos la vida y llenarla de luz.

¿Recuerdas eso de “venid a mí los cansados y agobiados…”; “no necesitan médico los sanos sino los enfermos…”?

Por eso te propongo que este año vivas una Navidad diferente: aguza el oído y escucha al Niño Jesús, que a lo mejor te está diciendo desde el pesebre: “sí Pedro, sí Carmen, sí Sonsoles, sí Marcelino…, acércate, pero esta vez no para darme tú sino para recibir; para que Yo te dé a ti lo que estás necesitando.”

Para ilustrar esta reflexión viene al pelo el videoclip realizado con la participación de alumnas, padres y hermanos del colegio de mi hija. Se titula “Déjate curar” y la música es de George Michael.



¡Disfrútalo! Búsca la letra al final del artículo en un archivo adjunto.

¡Y feliz diferente Navidad!