Desde hace tres años que tengo la fortuna de trabajar con muchos mexicanos que por diferentes motivos han inmigrado a los Estados Unidos. Y uno de los tesoros que ellos llevan donde van es su devoción a la Virgen, Nuestra Señora de Guadalupe.
Muchos podrán decir, “pero la Virgen María es solo una”. Sin embargo, hay muchas advocaciones tienen que ver, entre otras cosas, con los lugares donde ella se ha aparecido. Ese es el caso de Nuestra Señora de Guadalupe cuya fiesta se celebra hoy, al conmemorarse un año más de la última aparición en la que su imagen quedó estampada en la tilma que llevaba el indio San Juan Diego.
Y al leer el libroNuestra Señora de Guadalupe: Madre de la Civilización del amor”. De Monseñor Eduardo Chávez y Carl Anderson, me sorprendí de algunos elementos que evidencian el carácter sobrenatural de aquella imagen que hoy se conserva en la basílica que lleva su nombre en el Distrito Federal.
La tela donde quedó estampada la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe tiene 485 años y hoy se conserva intacta. Una tilma del mismo material y en las mismas condiciones tiene una duración aproximada de ocho años. Esta tela estuvo expuesta 116 años sin ningún tipo de protección y no sufrió ningún daño.
En 1666 un equipo de expertos de arte, provenientes de España, dijeron que sobre una superficie tan tosca como la tela de la tilma no pudo haber sido pintada una imagen tan perfecta y que la única razón por la que la imagen de la Virgen está estampada allí “es Dios”.
En 1785 se derramó un ácido nítrico sobre la tilma y no lesionó el lienzo. Solo dejó una mancha opaca sobre la imagen.
En 1921, durante la persecución religiosa en México, un hombre colocó una bomba a los pies de la tilma. Esta destrozó el altar, los candelabros y el crucifijo de la iglesia que albergaba la imagen, pero la tilma no sufrió ningún daño.
En la imagen hay 46 estrellas que adornan el manto de la Virgen, una extraordinaria coincidencia entre la posición de las estrellas y las constelaciones que estaban en el cielo sobre la ciudad de México el 12 de diciembre de 1531, cuando la imagen quedó grabada en aquella sencilla tela.
40 fotos infrarrojas de la imagen tomadas por el Dr. Phillip Callahan, en 1979 concluyen que la imagen original es inexplicable como creación humana.
Al tener una visión detallada de las pupilas de la Virgen se pueden ver 13 personas reflejadas en sus ojos. Esto se descubrió mediante un proceso de digitalización de imágenes por computadora (el pequeño diámetro de las corneas descarta que las imágenes hayan sido pintadas).
En 1950 varios oftalmólogos examinaron los ojos de la Virgen de Guadalupe y coincidieron en que los ojos de la imagen tienen las características de un ojo humano vivo.
La tilma se mantiene en una temperatura constante de 36 grados y medio (la temperatura de un cuerpo humano sano), pese a estar colocada sobre una placa metálica, cuya temperatura oscila alrededor de los 15 grados centígrados. 36 grados y medio, es la temperatura de un cuerpo humano sano.
Pero la evidencia mayor y más hermosa es la devoción contagiosa de tantos mexicanos ven en ella a su madre del cielo, a una intercesora que les dice, como le dijo a Juan Diego en una de sus apariciones “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
 
 
 
 
 
Desde hace tres años que tengo la fortuna de trabajar con muchos mexicanos que por diferentes motivos han inmigrado a los Estados Unidos. Y uno de los tesoros que ellos llevan donde van es su devoción a la Virgen, Nuestra Señora de Guadalupe.
Muchos podrán decir, “pero la Virgen María es solo una”. Sin embargo, hay muchas advocaciones tienen que ver, entre otras cosas, con los lugares donde ella se ha aparecido. Ese es el caso de Nuestra Señora de Guadalupe cuya fiesta se celebra hoy, al conmemorarse un año más de la última aparición en la que su imagen quedó estampada en la tilma que llevaba el indio San Juan Diego.
Y al leer el libroNuestra Señora de Guadalupe: Madre de la Civilización del amor”. De Monseñor Eduardo Chávez y Carl Anderson, me sorprendí de algunos elementos que evidencian el carácter sobrenatural de aquella imagen que hoy se conserva en la basílica que lleva su nombre en el Distrito Federal.
La tela donde quedó estampada la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe tiene 485 años y hoy se conserva intacta. Una tilma del mismo material y en las mismas condiciones tiene una duración aproximada de ocho años. Esta tela estuvo expuesta 116 años sin ningún tipo de protección y no sufrió ningún daño.
En 1666 un equipo de expertos de arte, provenientes de España, dijeron que sobre una superficie tan tosca como la tela de la tilma no pudo haber sido pintada una imagen tan perfecta y que la única razón por la que la imagen de la Virgen está estampada allí “es Dios”.
En 1785 se derramó un ácido nítrico sobre la tilma y no lesionó el lienzo. Solo dejó una mancha opaca sobre la imagen.
En 1921, durante la persecución religiosa en México, un hombre colocó una bomba a los pies de la tilma. Esta destrozó el altar, los candelabros y el crucifijo de la iglesia que albergaba la imagen, pero la tilma no sufrió ningún daño.
En la imagen hay 46 estrellas que adornan el manto de la Virgen, una extraordinaria coincidencia entre la posición de las estrellas y las constelaciones que estaban en el cielo sobre la ciudad de México el 12 de diciembre de 1531, cuando la imagen quedó grabada en aquella sencilla tela.
40 fotos infrarrojas de la imagen tomadas por el Dr. Phillip Callahan, en 1979 concluyen que la imagen original es inexplicable como creación humana.
Al tener una visión detallada de las pupilas de la Virgen se pueden ver 13 personas reflejadas en sus ojos. Esto se descubrió mediante un proceso de digitalización de imágenes por computadora (el pequeño diámetro de las corneas descarta que las imágenes hayan sido pintadas).
En 1950 varios oftalmólogos examinaron los ojos de la Virgen de Guadalupe y coincidieron en que los ojos de la imagen tienen las características de un ojo humano vivo.
La tilma se mantiene en una temperatura constante de 36 grados y medio (la temperatura de un cuerpo humano sano), pese a estar colocada sobre una placa metálica, cuya temperatura oscila alrededor de los 15 grados centígrados. 36 grados y medio, es la temperatura de un cuerpo humano sano.
Pero la evidencia mayor y más hermosa es la devoción contagiosa de tantos mexicanos ven en ella a su madre del cielo, a una intercesora que les dice, como le dijo a Juan Diego en una de sus apariciones “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”