Desde la Palabra de cada día de la semana: Preparo y vivo su Venida
 
Lunes: (Mt 8,511). Un no creyente cree que ha venido el Mesías y sale a buscarle y suplicarle a favor de otros. Realiza así una gran obra de misericordia. Es un centurión romano que pide a Jesús curar a su criado enfermo, paralítico y que sufre mucho. Jesús le dijo: Voy yo a curarlo. Y el centurión dice: Señor, no soy quién para que entres en mi casa, Basta que lo digas de palabra, y quedará sano. El corazón de Jesús trepidó de compasión real. Y buscó verlo y tocarlo, deseando cercanía y ternura personal y así curarlo. ¿No voy a intentar hacer yo otro tanto con quien hoy me necesita? ¿Por qué no? ¿Qué me lo impide? Ante las atrevidas palabras del centurión, tan propias de un alma creyente, Jesús se admira y se pone en camino de salvación. Jesús no ahorra sentimientos ni tareas. ¿Los voy a regatear yo con los otros? ¡Sea como fuere! Ven a mi casa, Señor, sáname, dime una palabra, sentiré tu compañía, levantarás mi esperanza. Me llenarás de tu presencia. Haré a los demás algo parecido a lo que tú has hecho conmigo.
 
Martes: (Lc 10,21-24). La alegría de Jesús nos revela hoy los motivos por los que alegrarnos nosotros ahora que viene el Señor. Son estos: uno, el Padre se da a conocer al fin a los sencillos y pobres, y dos, éstos, desde Jesús, pueden entender y vivir la ternura entrañable del Padre. ¡Qué Buena Noticia! Y es que no hay una alegría mayor que saber que el Padre-Dios no quiere que se pierda ninguno de sus pequeñitos. Y Jesús ha venido a concretarlo y por eso se alegra. Se alegra en el Espíritu Santo, exulta y da gracias, ¿cómo no? En este día nos unimos a Él, y con Él nos alegramos y damos gracias a Dios, dejándonos animar en todo por el Espíritu Santo. Así nos unimos con el Padre que nos quiere, con el Hijo que nos trae su abrazo de perdón-amor y con el Espíritu Santo que lo hace concreto en nuestro corazón. ¡Menudo día de Adviento, éste, para la alegría del corazón!
 
Miércoles: (Mt 15,29-37). Dice el Evangelio que acudían a él mucha gente llevando tullidos, ciegos…, y se admiraban y daban gloria a Dios, porque los sanaba. Jesús, por su parte, tuvo compasión de todos ellos y les dio hasta de comer. ¡Servicio completo! Así es Jesús siempre. Tengo hoy que hacer yo lo mismo. Es un día para acudir a Jesús y presentarle todos nuestros límites, los que fueren, admirar lo que hace, dejándonos tocar por Él, y glorificar a Dios: ¡Bendito y alabado sea! Y ahora me pregunto: ¿qué pasaría si hoy muchos nos atreviéramos a regalar la ternura de Dios a cuantos tenemos cerca? ¿Qué pasaría si me/nos decidiéramos a vivir este día haciendo el bien? Hoy, aquí y ahora, es la hora de amar, -no lo dejo para mañana-; día y hora de hacernos cercanos y solidarios con quien sufre, de que cada gesto exprese ese compartir fraterno tan querido por Dios, que da paz, confianza, escucha, alimenta el cuerpo y el espíritu…
 
Jueves: (Mt 7,21.24-27). ¿Soy de los que rezan más en este Adviento? ¿O más bien, y sobre todo, de los que buscan hacer suya la voluntad de Dios y vivirla? Esto es lo importante, lo verdaderamente importante, siempre y en este día de Adviento. Es lo que hizo Jesús, que decía: “Yo hago siempre lo que agrada a mi Padre”, “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Aquí está el secreto de la santidad y de la entrega de un alma dada de veras a Dios y al prójimo. ¿Cómo cumpliré hoy, Padre mío, tu voluntad? Me pondré en tus manos. Acogeré las sorpresas que me regale el día. Intentaré hacer realidad lo que has soñado para mí. Te diré confiadamente: “Hágase en mí según tu palabra”. “Porque tú eres mi Padre”. Viviré así un excelente día de Adviento.
 
Viernes: La Inmaculada… Para Dios nada hay imposible… Piénsalo y medítalo un rato teniendo como fondo a María, la Virgen.
 
Sábado: (Mt 9,3510,1.6-8). Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando…, anunciando el Evangelio…, curando…, compadeciéndose…, y llamando… ¿Con qué actitudes y comportamientos recorro yo las calles de mi pueblo o ciudad, de mi barrio, los ambientes familiares, laborales y de ocio? Tendrían que parecer mucho en todo o en parte a los de Jesús. Nunca es tarde, ¿por qué no empezar hoy? Hay que animarse porque el señor viene y se acerca. Los seguidores de Jesús somos discípulos misioneros: en camino, entre la gente, con la compasión a flor de piel, anunciando la buena nueva del Evangelio. ¡Ya mismo! Señor Jesús, sigue despertando en mi la compasión y la ternura hacia todo ser humano. Junto a los demás, como hermanos, quiero construir una casa común, acogedora, con panes para compartir. “La misión es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo” (Papa Francisco). Con tu gracia, Señor, así será hoy mi día de Adviento. Te lo prometo.