La ironía es el júbilo y la alegría de la sabiduría.
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Anatole France-


          Georges Clemenceau, era médico, periodista y político francés que alcanzó el cargo de primer ministro y jefe de gobierno durante el régimen de la Tercera República Francesa. De su etapa de jefe del gobierno francés, se cuenta esta anécdota. 
          Un día, Clemenceau, recibió a un político en su despacho; ese mismo día había muerto uno de sus ministros.
          PolíticoQuiero ponerme a su disposición por si cree que puedo ocupar el puesto del ministro fallecido.
          Clemenceau: Eso no es cosa mía, pregúnteselo a los de la funeraria.
         
          Es lo bueno de estar lleno de ironías, uno siempre tiene alguna manera de desahogarse. Porque, evidentemente, a uno le puede pasar cualquier cosa, pero si usamos esa capacidad de transformar las cosas malas en ironías, como por arte de magia, nos sacamos la amargura del cuerpo.
           Además, por otro lado, cada ironía es diferente y el proceso mental para crear cada una estoy seguro de que debe ser bueno para prevenir el Alzheimer.
 
          Cultivar el sentido del humor no es otra cosa que ver el lado divertido de la vida; hay que ejercitar la risa, la sana ironía, y la gracia para poder tomarse las cosas con filosofía y desdramatizar las pequeñas y grandes incidencias de la vida. Estas estrategias combaten eficazmente el desaliento. 
          Cuando se tiene sentido del humor se domina la vida y se pueden superar las adversidades. Su carencia, vuelve a las personas suspicaces, hipersensibles, débiles ante las adversidades del día a día.
 
          El humor, la ironía buena, como actitud positiva en las circunstancias adversas y problemáticas es, sin dudas, lo más conveniente y saludable. 
          El llamado «sentido del humor»  actúa siempre como tonalidad afectiva desdramatizadora. Saber reírnos hasta de nosotros mismos nos dará cierto fondo de inmunidad frente a los reveses cotidianos.
          El arte de reírse de sí mismo dicen que es el camino a través del cual una persona muestra verdaderamente que está sana, que es sana. Es un arte difícil, que no se enseña en ninguna universidad, es un arte imprescindible para crecer como personas. El arte de reírse de uno mismo vence el derrotismo y el triunfalismo.
 
          Tenemos que aprender a ser alegres, a reinos de nosotros mismos, porque un cristiano que vive en conexión constante con la fuente de la Alegría, no puede, aunque sufra, tener cara de funeraria.