Hermano Espejo en silla de ruedas


Ayer fue el funeral de entierro del hermano Aurelio Espejo Ureña, de 87 años, natural de Martos. La ceremonia tuvo lugar en la capilla de la residencia de ancianos donde residía desde hacía unos años.

Espejo, como era conocido en la dióceis de Jaén, era el último de los Hermanos Misioneros de Cristo Trabajador, institución fundada en los años cuarenta del siglo pasado, en tierras catalanas. El fin esencial de este instituto religioso era formar a hombres trabajadores para que fueran misioneros en el mundo laboral, tan alejados del concepto cristiano del trabajo durante los tiempos republicanos y la siguiente guerra civil. Estos consagrados hacían los tres votos tradicionales y vivían en comunidad, aunque ninguno era sacerdote.

La institución llegó a Jaén en 1949 instalandose en una vieja casa aneja al antiguo convento de la Merced, residencia de los padres cleretianos, desde 1885.

A lo largo de mi vida puedo dar testimonio de dos hermanos de Cristo Trabajador. El primero era llamado hermano Gómez, que, entre sus funciones, ejercía como barbero, en el interior del Seminario de Jaén para arreglar a los alumnos. El otro fue el hermano Espejo, quien trabajaba en oficios varios. Hasta que al quedarse él sólo en la comunidad centró su vida en el servicio a la catedral de Jaén.

Aquella pequeña comunidad contó con la sombra de un excelente sacerdote, don Juan Vicente Molina Valero, del que ya he escrito en este Blog, una vez que se jubiló como capellán del hospital de San Juan de Dios.

La vieja casa de la Merced se caía a pedazos. Los hermanos de Cristo Trabajador se trasladaron a un solar del barrio y parroquia de Santa Isabel, donde levantaron una moderna casa, dotada de capilla, habitación para el benemérito sacerdote Molina Valero, y habitaciones para los pocos miembros que restaban.

Durante los años setenta del siglo pasado falleció don Juan Vicente, sombra espiritual de los hermanos y director espiritual de muchos sacerdotes, que acudían hasta la casa buscando el amparo de un gran pastor.

Al quedar imposibilitado el hermano Espejo buscó cobijo en una residencia de ancianos. La vivienda de Cristo Trabajador quedó vacía. A comienzos del otoño de 2014, se procedió a bendecir la casa con un nuevo fin bajo la gestión de Cáritas Diocesana. El nuevo objetivo es servir de hogar a mujeres con hijos en situación de exclusión social inmediata. La fotografía adjunta es el testimonio de esta cesión que el hermano Espejo hizo como último y unico miembro de una extinta institución religiosa laical.

Ayer marchó a descansar Espejo, el último  de Filipinas como miembro de aquella fundación religiosa deseosa de evangelizar el mundo del trabajo, que ya es historia minúscula de la Iglesia del Señor.

Tomás de la Torre Lendínez

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Muchas gracias.