Actualmente en España se vive una situación conflictiva, para alcanzar su resolución se necesita muchísima oración realizada del mejor modo posible, para alcanzar de Dios su misericordia, así pueda retornar la concordia entre los pueblos que forman parte del Estado español.
      Suplicar la intercesión de los Santos, es uno de los medios para alcanzar la misericordia de Dios.  La Iglesia que peregrina en tierras de España ha dado muchos santos a la Iglesia universal. La misma Iglesia en el Vaticano II nos dice: “Conviene, pues, en sumo grado, que amemos a estos amigos y coherederos de Jesucristo, hermanos también nuestros y eximios bienhechores; rindamos a Dios las debidas gracias por ello, invoquémoslos humildemente y, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, único Redentor y Salvador nues­tro, acudamos a sus oraciones, ayuda y auxilios” (LG 50).
     Este es el objetivo de este artículo, honrar a nuestros santos, que su testimonio nos ayude a amarnos y a respetarnos en nuestra diversidad y que ellos nos alcancen aquello que para nosotros es imposible, la concordia desde el amor y la verdad entre los diversos pueblos que conforman el Estado español.
     Para mejor pedir su intercesión recordemos lo que nos dice también el Vaticano II sobre nuestros hermanos los santos.
 
Porque ellos llegaron ya a la patria y gozan de la presen­cia del Señor; por El, con El y en El no cesan de interceder por nosotros ante el Padre, presentando por medio del único Mediador de Dios y de los hombres, Cristo Jesús, los méritos que en la tierra alcanzaron; sirviendo al Señor en todas las cosas y completando en su propia carne, en favor del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia lo que falta a las tribulacio­nes de Cristo. Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad (LG 49).
 
              LOS PUEBLOS DE ESPAÑA A TRAVÉS DE SUS SANTOS
 
Jesucristo es el hombre por excelencia. A la luz de su vida se puede vislumbrar lo que es el hombre en su plenitud. Por ello aquellos que le siguen y se dejan configurar por el Espíritu de Cristo llegan a ser hombres y mujeres en plenitud.
     A través de los santos podemos contemplar cómo se encarnan en ellos —además del rostro de Cristo— los mejores rasgos del pueblo que les vio nacer, crecer y en el que fueron educados, rasgos condicionados por la geografía, la historia y la cultura de su hogar. Por ello, a través de nuestros santos podemos descubrir los rasgos característicos de España, esta Nación de Naciones, o de pueblos diferenciados por su lengua, cultura e historia, que conviven bajo un mismo Estado[1].
 
Asturias nos ofrece la insobornable voluntad de no querer ser sometidos por el islam. Asturias defendió la libertad y fe cristianas, y no dejó de luchar denodadamente hasta conseguirlo. Se dice con razón que Asturias es la cuna de España. En la cueva de Santa María, don Pelayo y sus guerreros experimentaron que Dios no estaba lejos, sino que luchaba con ellos.
 
Cantabria con la decidida y obstinada lucha por la fe, a través del  Beato de Liébana, hombre de fe ardiente, conseguirá poner en evidencia la herejía adopcionista de Elipando y Félix, y que ésta fuese condenada. Asimismo animó a todos, a través del himno “O Dei Verbum”, a invocar en la lucha desigual contra el imperio musulmán al apóstol Santiago, y desde entonces se le sentirá como protector e impulsador de la Reconquista.
 
Galicia será el final del camino donde se dirigirían los peregrinos de toda Europa, para venerar la tumba del apóstol Santiago. Tierra acogedora y protectora de peregrinos, donde se transmiten ideas, y corrientes artísticas. Invocando al Santo Apóstol surge el ardor para quitar todo poder político al islam, bajo el grito «Santiago y cierra España». Del amor confiado a la Virgen María, en un contexto donde se daban las mayores calamidades, S. Pedro de Mezonzo compuso la ‘Salve Regina’, que se convertirá en la plegaria mariana más universal de la Iglesia de rito latino.
 
En La Rioja nacerán los santos Domingo de Silos y Domingo de la Calzada, ambos serán misericordiosos con los necesitados. Fueron muchos los enfermos, ciegos, cojos o lisiados que encontraron curación por las oraciones y acogida de santo Domingo de Silos. También fueron muchos los peregrinos a quienes alivió santo Domingo de la Calzada, el cual trabajó incansablemente para hospedar y facilitar el camino a los peregrinos que iban a Santiago. En ambos santos se cristalizará el carácter de los riojanos, gente acogedora, hospitalaria y trabajadora.
 
Castilla es tierra de grandes santos: Domingo de Guzmán, Juan de Ávila, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz encarnan lo mejor del espíritu castellano, que llevó a término la mayor parte de la Reconquista en España. Ellos participaron del ardor combativo al servicio de la fe en Cristo que reinaba en Castilla. Los defensores de la fe cristiana podían morir, pero no ser vencidos. El honor era un rasgo esencial de los castellanos. Ellos dieron lo mejor de sí mismos a la causa de Jesucristo y al servicio de la fe. Ninguno de ellos desertaría de la difícil misión a la que se sentían llamados, pero nunca utilizaron violencia física alguna para defender la fe.
     Domingo no desertó de la peligrosa misión de predicar la fe católica ante las herejías que arraigaban en el sur de Francia. Tampoco lo hicieron Teresa de Jesús y Juan de la Cruz en la misión de promover y afianzar la reforma del Carmelo descalzo. Lo mismo sucedió con S. Juan de Ávila que no abandonó el servicio apostólico en Andalucía, a pesar de las envidias y las cárceles de la Inquisición. La invitación que Jesucristo hizo a Teresa de Jesús en el momento culmen de su vida espiritual, para movilizar todas las potencialidades de su alma castellana no fue otra que el sentido del honor: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía»[2]. Y por el honor de Cristo ella soportó todo tipo de contrariedades hasta dejar sembrados por toda España conventos, donde comunidades de monjas Carmelitas de alta cualidad humana y espiritual pudieron sostener con su oración a los defensores de la fe católica, es decir, a predicadores y teólogos. Tampoco san Juan de la Cruz, por recia que fuera su situación en la cárcel conventual, no se rindió ni abandonó a la Madre Teresa de Jesús en la empresa fundacional y en la formación de sus miembros. Este santo tenía el firme convencimiento de que un poco del puro amor a Dios hace más provecho a la Iglesia, que todas las demás obras juntas[3].
     La obra eclesial de estos cuatro grandes santos castellanos tiene una influencia internacional que se ha mostrado imperecedera. Tanto a través del amor por la verdad, buscada a través del estudio, en el caso de Domingo, como la profundidad teológica de los escritos de Juan de Ávila, y la experiencia mística y posterior reflexión sobre la misma de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Castilla ofrece a la Iglesia universal un puntal firme de la fe católica, capaz de dialogar y enriquecer a todos los que son sensibles a la dimensión espiritual del hombre. Castilla es cuna de doctores místicos.
 
País Vasco. Ignacio de Loyola expresará en su persona las virtudes del pueblo vasco. El espíritu reflexivo, le ayudará a mudar el rumbo de su vida, convirtiéndose en el gran maestro del discernimiento espiritual. La «tenacidad vasca» estará expresada en su extraordinaria fuerza de voluntad; su constancia es el fundamento de todas las grandes obras por él emprendidas. Otro aspecto de la identidad vasca son las iglesias del «gótico columnario» que se caracterizan por la solidez estructural, la lógica constructiva, la estabilidad y la funcionalidad. Ignacio, que tenía horror a la chapuza y a la veleidad, a través de las ‘Constituciones’ intentará dar estabilidad y a la vez adaptabilidad a la Compañía de Jesús, en los tiempos cambiantes de la historia que le tocó vivir.
El sentido de la universalidad también es otra característica del pueblo vasco[4]. Ignacio recorrió «solo y a pie» infinidad de leguas, abriendo primero su vida y luego la Compañía a panoramas ilimitados; desde sus orígenes, los Jesuitas estuvieron abiertos a las cuartas partes del mundo conocido. El pueblo vasco que ha luchado tanto por la libertad, ofrece en la persona de Ignacio de Loyola al capitán del ejército más numeroso y cualificado de la Iglesia, al servicio de la causa del Evangelio, de la paz, y del desarrollo de los pueblos. Ignacio en quien los rasgos característicos del pueblo vasco llegan a tan alto grado, se convertirá en uno de los más grandes constructores de la Iglesia de todos los tiempos.
     
Navarra. San Francisco Javier es la expresión más alta del espíritu navarro. Cuando la causa se lo merece los navarros son ardorosos, valientes, leales hasta el extremo, fieles a sus convicciones e ideales, constantes y abnegados[5]. Para Francisco Javier su causa era que muchos otros conocieran a Jesucristo y así entraran a formar parte de la Iglesia. Dando a conocer a su Señor, Javier se convertirá en ciudadano del mundo, y lo será desde el talante recio, decidido y generoso de la gente de su tierra, Navarra[6].
 
De la noble tierra de Aragón han surgido dos santos de dimensión internacional, san José de Calasanz y san Josemaría Escrivá de Balaguer. Ellos son ejemplo del espíritu aragonés, hombres capaces de defender su ideal hasta morir por él. Ellos son la tozudez baturra. Estos dos santos aragoneses descubrieron lo que Dios esperaba de ellos, especialmente en el campo de la enseñanza y vida pública, y se entregaron a su misión, defendiéndola de toda clase de contrariedades. Los dos supieron salvaguardar su empresa fundacional y legarla a la posteridad.
       
Comunidad valenciana. El pueblo valenciano por su historia ha aprendido a ser flexible y tolerante ante la diversidad. Es una tierra por donde han pasado y vivido los fenicios, los griegos, los romanos, los cartagineses, los visigodos, los árabes… por eso sabe poner y quitar. Los valencianos, en general, tienen sentido del humor: “no hay que hacer el mundo más dramático de lo que es”. Por eso es capaz de relativizar las cosas, con tal de poder convivir en paz. Es además un pueblo abierto y acogedor, le gusta hacer fiesta. También sabe tomarse la vida con seriedad cuando la ocasión lo requiere. San Vicente Ferrer tenía apertura de corazón, salero en el hablar, humor y ese espíritu conciliador que caracteriza a los valencianos inteligentes. Por ello, ante el pesimismo generalizado de su época después de la peste negra, Vicente Ferrer, que sabía que la penitencia y la reconciliación eran capaces de alumbrar una sociedad nueva, dedicó los últimos 25 años de su vida, a predicar la novedad de Jesucristo, renunciando a todo honor, poder y riqueza, por más que se los ofrecieron. San Francisco de Borja, con su gran talento y capacidad dialogante, contribuyó a la consolidación de la Compañía de Jesús. Fue un buen organizador.
 
Las Baleares, estas bellas islas del Mediterráneo, han sido codiciadas por muchos, por ello en el transcurso de su historia ha tenido –como los valencianos- todo tipo de colonizadores desde los romanos, los bizantinos, los musulmanes, hasta su conquista por Jaime I. Después de la dura reconquista, surgió el espíritu universal de Ramon Llull, quien a través de la presentación razonada de la propia fe y del diálogo con el otro, trabajó para substituir todo método violento y así atraer a los demás a la verdadera fe. Por medio de él, surgirá en la Iglesia la defensa teológica del dogma de la Inmaculada Concepción. También la caridad operante de sus habitantes ha dado muchas fundadoras de congregaciones religiosas a la Iglesia universal.
 
Islas Canarias. En el Atlántico, las bellas islas Canarias, ofrecerán a la Iglesia a san Pedro de Betancur. Desde joven sentirá en su interior la llamada a trabajar en la evangelización del Nuevo Mundo. Alentado por las palabras de su tía, «debes salir al encuentro de Dios, como Pedro sobre las aguas», surcará el océano rumbo América, no llevándose consigo otra fortuna que un gran amor a Jesucristo y a la Virgen, que heredó de su tierra canaria. En Guatemala, como otro san Juan de Dios, la afectividad propia de su tierra, la pondrá al servicio de los más pobres y desheredados. Superando todo complejo, aunque no sea docto, fundará la primera escuela gratuita de alfabetización de América Central. 
 
Murcia. La comunidad murciana festeja a los cuatro hermanos santos de Cartagena, san Leandro, san Fulgencio, santa Florentina y san Isidoro. Por su coherencia en profesar la fe cristiana, y los hermanos en ejercer el ministerio episcopal, se convirtieron en los puntales de la Iglesia en Hispania en la época visigótica. Además, la sabiduría de san Isidoro traspasará los siglos, hasta ser declarado Doctor de la Iglesia. En Murcia, tierra de gente acogedora y generosa, florecerá una gran devoción y amor a la Virgen, amor que les legó su reconquistador Jaime I. El cual, en agradecimiento a la intercesión poderosa de la Virgen María, que le ayudaba en la liberación de tantos territorios del dominio del islam, mandó edificar en cada villa que conquistó un altar o una iglesia en honor a Santa María.
 
Extremadura no sólo será tierra de conquistadores como Hernán Cortés, sino también de hombres de paz como san Juan Macías, que fue en Perú signo de la bondad y providencia de Dios para con todos, ricos y pobres. De Extremadura es también san Pedro de Alcántara, quien junto con una gran inteligencia, una voluntad férrea y una extremada sensibilidad y ternura hacia los dolores del prójimo, predicará constantemente la paz y procurará que se haga realidad por donde pase. El pueblo extremeño, no sólo honrará con verdadero amor y agradecimiento a la Virgen, bajo la advocación de Guadalupe, sino que extenderá su devoción por todas las Américas.
 
En Andalucía nacerán Bartolomé de Las Casas y Francisco Solano, ellos serán aunque de forma distinta, la voz de los sin voz. Los mozárabes andaluces sufrieron hasta casi desaparecer bajo el dominio del islam. Otros andaluces lucharán con todas sus fuerzas para que ello no les sucediera a los indígenas de América. Una de las características del pueblo andaluz es la de ser un pueblo extraordinariamente acogedor. Asumió la devoción a la Virgen que les legó su reconquistador, el rey Fernando III[7], la cual ha arraigado de tal modo en él, que se ha hecho proverbial en la Iglesia. Esta tiene su expresión en las bellísimas imágenes de la Virgen que están esparcidas por todos los pueblos andaluces. Otro de los rasgos del pueblo andaluz, que ha experimentado tantas ocupaciones en su territorio, es el no dramatizar las situaciones. Aunque el andaluz en su cante hondo canta trágicamente, en la vida nunca hace tragedia. Andalucía ha sabido cantar en medio de sus desventuras, por ello la alegría es una de las características del pueblo andaluz. Una alegría que san Francisco Solano sabía transmitir en su predicación alegrando a todos con su bella voz.
 
Cataluña. La geografía condiciona en buena parte la historia de un pueblo y la forma de ser de sus habitantes. Esto sucede también de forma peculiar en el caso de Cataluña.  La tierra catalana, que no es exuberante en sus frutos, ha hecho del pueblo catalán un pueblo trabajador, práctico y emprendedor[8], que en las adversidades mata sus penas trabajando. Sin poseer grandes capitales, ni tener a su disposición abundantes recursos naturales, ha sabido ser ahorrador, realista, sensato y responsable. Estas cualidades fueron óptimas en la revolución industrial, y también para que surgieran de él fundadores de Congregaciones religiosas. Y de hecho han surgido tantos, que se ha llegado a decir, que Cataluña es el territorio[9] que ha dado más fundadores de Congregaciones religiosas a la Iglesia[10]. De este modo, podríamos decir que la principal aportación de Cataluña a la Iglesia y a la humanidad ha sido y es la fe operante, encarnada en abundantes Congregaciones religiosas de tipo benéfico-docente. Todas estas Congregaciones son en general de pequeña y mediana dimensión, pero en su conjunto constituyen una aportación rica y numerosa[11]. Cataluña, a través de sus religioso/as, ha contribuido y contribuye al desarrollo de la educación y de la sanidad en los cinco continentes. Entre los santos fundadores nacidos en Cataluña del siglo XIX están: Antonio María Claret, Joaquima de Vedruna, Rosa Molas, Francisco Coll, Josep Manyanet, Carme Sallés, Enrique de Ossó, Teresa Jornet, Paula Montal. Han sido beatificados: Francisco Palau, María Ráfols, José Tous, Maria Mogas.  
     Una de las características del pueblo catalán es la de ser un pueblo pragmático y amante del derecho. Así lo afirma Ferran Soldevila: «En cierta manera, el genio jurídico de Roma parece que se le haya injertado a Cataluña, ya que el número de altos juristas catalanes no conocerá decadencia»[12]. Estos buenos juristas surgirán tanto en el ámbito eclesiástico como en el civil. En el ámbito eclesiástico, a través de san Ramon de Penyafort, Cataluña ofrece a la Iglesia universal la compilación de leyes eclesiásticas llamada las “Decretales”, que Gregorio IX promulgó como colección oficial y exclusiva del nuevo Derecho, que formaría parte del “Corpus Iuris Canonici”, que ha constituido la base de la disciplina eclesiástica hasta al promulgación, en 1917, del Código de Derecho Canónico.
     Otra rasgo del pueblo catalán es el deseo de paz y de que los conflictos se arreglen dialogando, con armonía y según derecho, sin provocar injusticias [“amb seny”]. Lo que se busca es reafirmar pactos y evitar odios. Esta dimensión del espíritu catalán tiene como coronación en dos hombres de paz en momentos extremadamente violentos: el obispo y abad Oliba y el cardenal Vidal i Barraquer. Oliba es considerado el padre de la Cataluña naciente. Él instituyó las asambleas de «Paz y tregua de Dios» que ayudarían a hacer imperar la justicia y el orden en un mundo lleno de violencias y arbitrariedades, por ello la mayor parte de los pueblos de la Cataluña “Vieja” surgieron aferrados a la iglesia que los protegía. Las asambleas de promulgación de la «paz y tregua» son un precedente y parecen ser el origen de las futuras Cortes catalano-aragonesas, que así se convierten en las más antiguas de Europa.  El cardenal Vidal i Barraquer podría ser considerado el padre de la Cataluña actual, ya que el proceso de comunión en la sociedad catalana en la postguerra surgió después de su martirio incruento. El cardenal Vidal Barraquer buscó incansablemente la reconciliación de los catalanes y de los españoles entre sí. Tuvo por discípulo al cardenal Enrique Tarancón, quien contribuyó en la independencia de la Iglesia respecto a la dictadura franquista y que el advenimiento de la democracia se realizara de forma pacífica.   
 
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Este escrito formaba parte de una trilogía de estudios que se redactaron con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona en noviembre de 2010. El objetivo que se proponía este escrito -realizado con la ayuda de monjas contemplativas de toda España-, era el buen entendimiento entre los pueblos del Estado español, valorando su idiosincrasia y mostrando como su pluralidad enriquece a todos. Con ello no hacía más que aportar mi pequeño grano de arena a los muchos que Cataluña ha aportado desde el advenimiento de la democracia para que los pueblos que conforman el Estado español, tan diversos unos de otros, vivamos unidos desde la diversidad.
 
 

[1] En su discurso en la sede de  la UNESCO del 2.6.1980 dirá: “Velad por esta soberanía fundamental que posee cada nación en virtud de su propia cultura […] ¿No hay, en el mapa de Europa y del mundo, naciones que poseen una maravillosa soberanía histórica nacida de su cultura, y que, con todo, al mismo tiempo están privadas de su total soberanía?”.
[2] Cuentas de Conciencia, 25.
[3] Cántico Espiritual B, can. 29,2.
[4] Por medio de la ley de la troncalidad, el pueblo vasco retiene en el terruño al mayorazgo y arroja a los segundones al ancho mundo, provocando ese espíritu de aventura, que ha dado grandes misioneros y grandes navegantes, como Juan Sebastián Elcano.
[5] Cf. Juan Félix Bellido, Hasta los últimos confines. Biografía de san Francisco Javier, Bilbao: Desclée de Brouwer 1998, 21.
[6] Ibid., 22.
[7] Este rey les dejó  las imágenes de la Virgen que le habían acompañado en la conquista de Andalucía,  la «Virgen de las Batallas» y la «Virgen de los Reyes», que preside hoy una espléndida capilla en la catedral sevillana. Renunciando a entrar en Sevilla como vencedor, Fernando III cedió a esta imagen el honor de presidir el cortejo triunfal. A Fernando III, le debe, pues, inicialmente Andalucía su devoción mariana.
[8] En algunas zonas montañosas los catalanes han labrado hasta el último palmo de su tierra para extraer el sustento; por ello se dice que «los catalanes de las piedras sacan panes». Pueblo de campesinos y de comerciantes que desde la más remota antigüedad ha surcado el mar Mediterráneo en todas las direcciones para poder intercambiar sus productos. Ya en época de los romanos, los barceloneses se distinguieron por su espíritu emprendedor, san Paciano, obispo de Barcelona, en el siglo VI, le dedica una frase que refleja bien la dedicación al comercio en búsqueda de ganancias económicas.
[9] Entendido como extensión territorial y habitantes. Entre ellos destaca la diócesis de Vic, que con un territorio de unos 4.059 Km2 y una población actual de unos 400.000 habitantes, aporta a la Iglesia universal 12 congregaciones religiosas con 1257 comunidades y 8796 miembros.
[10] Josepa Sanjuan, Francisco Palau buscaba y encontró, Barcelona: Ed. Claret 1987, 94.
[11] En 1988, las congregaciones religiosas fundadas por catalanes en el siglo XIX, ofrecían un servicio docente y asistencial a los cinco continentes del mundo, con 24.580 religiosas y 3.194 religiosos en 2610 comunidades religiosas femeninas y 500 masculinas.
[12] Ferran Soldevila, Síntesi d'història de Catalunya, Publicacions de l’Abadia, Montserrat 1995, 42.