Un día al doctor Louis Pasteur —químico, biólogo y bacteriólogo, descubridor de la vacuna antirrábica y anticarbun—  profesor de Química de la Sorbona, en París, y uno de los fundadores de la estereoquímica —se le preguntó «el porqué de su profunda fe». El Dr. Pasteur, que sabía ser grande, aún en lo más pequeño y humilde, en todo, respondió:
 
— Porque he estudiado mucho y he reflexionado también mucho, tengo fe, creo como un bretón. Pero si hubiera estudiado mucho más y reflexionado otro tanto, tendría la fe, creería como una mujer bretona.
 
Nino Salvaneschi, ciego, periodista y escritor, quien fundó en Bruselas la revista L’Époque Nouvelle y director en Milán de Blanco y Negro, decía:
 
«Si alguien me preguntara, como a Pasteur, el porqué de mi profunda fe y de mi alegría», respondería:
 
“Porque en mis días de oscuridad, de dolor, de sufrimiento, seguí la luz de Cristo. Desde entonces vengo experimentando tanta paz y alegría... que por eso creo en Dios.”

Una vida sin amor es posible.
Una vida sin dolor es difícil.
Una vida sin creer en algo o en alguien es imposible.
 
Si frecuentemente el amor se convierte en dolor, y el dolor lo sabemos transmutar en amor... es entonces cuando todo ello se converirá en alegría.




Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.