Durante las persecuciones la ornamentación era prácticamente nula,  a excepción de fijar en ellas monedas y pequeños relieves de piedra tallados como forma de señalar la fecha de la tumba. En épocas más tranquilas sin persecuciones se fueron llenando los muros de frescos, principalmente en las zonas dónde las galerías eran más amplias y ocasionalmente creaban espacios de forma poligonal, denominadas cubículos,  que estaban reservados a las tumbas de los mártires. Al principio estas pinturas eran de temática animal o vegetal con significado alegórico, como la paloma -símbolo del alma- o el pavo real -símbolo de la eternidad-. En décadas posteriores se empezaron a representar las figuras de Jesucristo como el Buen Pastor, o la Virgen María con el niño en brazos.

A poco que hagamos volar nuestra imaginación para ponernos en la piel de estos primeros cristianos perseguidos, sentiremos el miedo que tenían a ser descubiertos en cualquier momento y llegado el fatídico día, la muerte directa o la elección entre realizar sacrificios a  los dioses paganos como forma de apostasía o de dar testimonio de la Fe a cambio de su vida como atracción en cualquier tipo de espectáculo atroz del anfiteatro romano. Simplemente observando las fotografías de las catacumbas, tan estrechas que difícilmente pueden caber dos personas que se crucen, frías, débilmente iluminadas con lámparas de arcilla colocadas en los entrantes de los propios nichos, cortándose unas galerías con otras creando verdaderos laberintos muy peligrosos si no se está acompañado de un buen guía, podemos intuir las condiciones de las reuniones de aquellos cristianos y la gran esperanza que les movía. Sin lugar a dudas fueron tiempos muy difíciles para los cristianos, incluso en épocas de una mayor tranquilidad, el entorno social era muy hostil: se les acusaba de las mayores aberraciones como infanticidios o de realizar antropofagia; acusaciones que terminaban a menudo en linchamientos provocados por el mismo pueblo romano.
Diferentes tipos de frescos de catacumbas
 

A poco que hagamos volar nuestra imaginación para ponernos en la piel de estos primeros cristianos perseguidos, sentiremos el miedo que tenían a ser descubiertos en cualquier momento y llegado el fatídico día, la muerte directa o la elección entre realizar sacrificios a  los dioses paganos como forma de apostasía o de dar testimonio de la Fe a cambio de su vida como atracción en cualquier tipo de espectáculo atroz del anfiteatro romano. Simplemente observando las fotografías de las catacumbas, tan estrechas que difícilmente pueden caber dos personas que se crucen, frías, débilmente iluminadas con lámparas de arcilla colocadas en los entrantes de los propios nichos, cortándose unas galerías con otras creando verdaderos laberintos muy peligrosos si no se está acompañado de un buen guía, podemos intuir las condiciones de las reuniones de aquellos cristianos y la gran esperanza que les movía. Sin lugar a dudas fueron tiempos muy difíciles para los cristianos, incluso en épocas de una mayor tranquilidad, el entorno social era muy hostil: se les acusaba de las mayores aberraciones como infanticidios o de realizar antropofagia; acusaciones que terminaban a menudo en linchamientos provocados por el mismo pueblo romano.

Poca iluminación y estrechez de paso típica de catacumba
Nada más terminar las persecuciones de los cristianos, las catacumbas  se convirtieron en lugares de peregrinación para visitar las tumbas de mártires famosos. Alrededor del siglo VI caen en el olvido y no será a partir  la mitad del siglo XVI cuando unos pocos estudiosos de la antigüedad empiecen a interesarse en el tema. Actualmente tenemos un gran conocimiento de las catacumbas, en gran parte gracias a las nuevas tecnologías aplicadas en el campo de la arqueología.

Pese a todas las investigaciones, sigue habiendo autores como M.R. Vielliard, que tachan de invento romántico la conocida como “Iglesia de las catacumbas”, y dudan de que los primeros cristianos las utilizaran tal y como estamos acostumbrados a imaginar, por ser un lugar muy poco adecuado para celebraciones del culto cristiano de forma regular, además de aventurar la facilidad de las autoridades romanas para sospechar en el uso de las catacumbas por parte de los cristianos.

Otras hipótesis barajan la posible utilización de algunos tipos de casas romanas como las Domus o, en menor medida, las Ínsulas, para el culto de aquellos cristianos perseguidos. De ello hablaremos detenidamente en el siguiente post.