La famosa violinista Lina Sareski daba un concierto en el Teatro de Berlín en plena Segunda Guerra Mundial. Carlos Lenti, coronel y virtuoso del violín, estaba allí, gozando de la fabulosa interpretación que la Sareski hacía de la Chacona de Bach.

Tres años después el coronel Lenti es enviado al frente oriental y es herido mortalmente. Sor Lucinda, una monja de ojos azules, con solicitud maternal, siempre sonriente y alegre, lo cuida, lo mima e intenta hablarle de Jesucristo pero él rechaza que le hablen de Dios.
 
A los pies de su cama hay colgada una funda de un violín. El coronel Lenti dice:
«El violín es el mejor amigo. Hermana: si hubiera alguien que en estos momentos me tocara la famosa Chacona de Bach, creería en Dios. Pero es totalmente imposible. Sería mi mayor alegría. Hasta usted se alegraría...»
      
La Hna. Lucinda, sonriendo, como quien no hace nada, saca de la funda el violín y... la sala del hospital se llena de dulcísimas melodías de la Chacona de Bach. Todos contemplan atónitos a la religiosa. El coronel Lenti absorto, como si contemplara una visión celestial, empieza a llorar y dice:
«¡Creo en Dios, Hermana... creo en Dios!»
      
La Superiora aparece en la puerta de la sala y dice:
«Señores, Lina Sareski, en religión Sor Lucinda, acaba de interpretar para ustedes la Chacona de Bach.»
 
Y el coronel Carlos Lenti afirmó:
«Es imposible que Dios no exista si la Sareski abandonó un futuro tan brillante para cuidar con tanto esmero y alegría, a enfermos y moribundos...»    
 
Días depués moría el coronel Carlos Lenti. Sus últimas palabras fueron:
— «¡Qué será Dios... si Lina Sareski es así!»




Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.