Hoy celebramos la fiesta de Santo Tomás Moro, quien sufrió martirio el 6 de julio de 1535. No voy a rememomar una vez más su figura (que se lo merece tantas veces como sean necesarias), sino que me fijaré en algo que señala Pablo Ginés en su cuenta de facebook:

"sólo Tomás (padre de familia, con su silencio y trucos legales mientras pudo), el obispo Juan Fisher y los cartujos plantaron cara a Enrique VIII, y a los cartujos los despedazaron, evisceraron, etc... Toooooodos los demás clérigos y obispos de Inglaterra se mostraron dóciles y obedientes a Enrique VIII. Qué faltos estamos de líderes valientes."

Fueron 69 los obispos que ejercieron como tales durante el reinado de Enrique VIII. Algunos, los nombrados tras la ruptura con Roma, debían su cargo precisamente a su actitud acomodaticia, pero fueron muchísimos los que, antes de la ruptura, prefirieron mirar para otro lado y conservar sus puestos. Sólo san Juan Fischer, de quien también celebramos hoy su fiesta, se mantuvo fiel a la Iglesia. Solo uno.

Curiosamente, muchos de quienes se plegaron a Enrique VIII lo hicieron argumentando el bien de su grey: si me enfrento el rey pondrá a un títere en mi puesto y mis pobres feligreses quedarán sin un buen pastor.

Otro rasgo de todos estos obispos es también muy interesante. No eran pobres ignorantes, gente indocta y manipulable. Al contrario, eran eruditos, juristas, humanistas y teólogos, lo que ha llevado a un estudioso de la Iglesia en Inglaterra de la época a afirmar que, en comparación con otros episcopados de Europa occidental, "están muy por encima de sus colegas contemporáneos" en cuanto a saberes y formación. De hecho, eran casi todos licenciados, muchos poseían títulos superiores y quince de ellos habían estudiado en el extranjero, en Bolonia, Ferrara, Lovaina, París o Roma

Son hechos (solo un obispo fiel, justificaciones aparentemente bienintencionadas, titulaciones universitarias) que dan pie a muchas reflexiones.