Un día le pidieron a la Madre Teresa de Calcuta un mensaje. Tras un momento de reflexión, dijo brevemente: «Sonreíd siempre». Cuando la Madre Teresa hablaba de la sonrisa, se refería a un gesto de profundo significado. Y decía que «la sonrisa ha de ser siempre la expresión visible de nuestra felicidad interior, llevar a Dios con nosotros, un manantial de alegría que nadie nos puede quitar». La Madre Teresa sonreía y aconsejaba sonreír como testimonio de la felicidad de una persona que tiene a Dios a su lado, que vive bien y que sabe distinguir la imagen de Dios en el rostro de los hermanos. «Miremos a Dios y sonriamos, subrayaba con fuerza, porque Dios es un Padre misericordioso, es Aquel que nos ha creado, que perdona nuestras faltas y nos acoge en su casa para siempre. Mirémonos a nosotros mismos: ¡con qué inmenso amor nos ha amado Dios!». También, el Papa Francisco, hace pocos días, nos invitaba a llamar a Dios como «Papá», con la confianza de un niño. «Para un cristiano, subrayaba, rezar es decir «Papá». Dios te ama incluso si tú te has olvidado de Él». Hay “cuatro apostolados” fáciles de practicar: el de la oración, el de la palabra cálida, el de los gestos hermosos... Y el “apostolado de la sonrisa”, que tanto le gustaba a Teresa de Calcuta: “Veo a las persona y sonrío porque sé que son mis hermanos, mis hermanas, hijos e hijas como yo de un mismo Padre. Recuerdo una canción de mi infancia: “Amigos, reíd por los hermosos sueños de la edad primaveral, reíd por un futuro lleno de serenidad, reíd por la gloria en el cielo”.