Cuando el poder del amor
sea más grande que el amor al poder,
el mundo conocerá la paz.
-Jimi Hendrix-
 
Viene bien, de vez en cuando, recordar que la paz del mundo es la suma de la paz individual de cada uno de nosotros. 
Nunca llegaremos a formar un mundo mejor si seguimos basando nuestro comportamiento en el conflicto, la envidia, el egoísmo, el afán de poder y todo aquello que nos aleja del equilibrio, la serenidad y la paz interior.
 
A principios del siglo III antes de Cristo, Pirro, rey del Egipto, acababa de obtener una importante victoria sobre los romanos. En su estado eufórico decía a Cineas, consejero y amigo que pasaba por ser el hombre más sabio de su época.
 
Infligiré otras derrotas a Roma hasta apoderarme de ella.
─Y después, ¿qué harás, Pirro?, preguntó Cineas.
─Pasaré al África y conquistaré Cartago, y luego iré a Oriente y conquistaré cuantas tierras halle.
Y después que hayas conquistado Oriente ¿qué?
Egipto y Asia han de ser míos también.
Y después que haya conquistado el mundo ¿qué?
Cuando haya conquistado el mundo, entonces, viviremos en paz.
Gran rey ─dijo el filósofo sonriendo─ hermoso propósito es el de vivir en paz. Tan hermoso que yo os sugiero que sería propio de un hombre sabio comenzar por ahí.
 
Vivir en paz. ¿Cómo? No es cuestión de conquistar tierras, tesoros y poderes humanos.
No es cuestión de riquezas materiales, porque la paz brota del propio corazón y es la conquista del corazón lo que importa: que el corazón vaya acorde con la conciencia, que el querer y el deber estén de acuerdo.
 
Cuando, sinceramente, queremos lo que debemos hacer, encontramos paz en el corazón, en la conciencia y con Dios. Y esa paz es la que nadie nos puede quitar y la que hace pacífico al mundo. 
Es sabio el consejo de S. Francisco de Sales: Nunca estés de prisa, haz todo con un espíritu en calma. No pierdas tu paz interior por nada, aunque todo el mundo esté revuelto.
 
Sí, amigo lector, la clave es desarrollar la paz interior y para eso es bueno preguntarnos de vez en cuando: Y después… ¿qué?