Las palabras no son piedras. Las palabras no rompen vidrios.
Si alguien te ha dicho una palabra que te ha molestado, ha herido tu amor propio, tu sensibilidad… no le des vueltas y más vueltas, dentro de tu mente. No pienses más.

Es el amor propio que llama herido, dentro tuyo porque tú te crees tan grande, perfecto e intocable... que sufres.
Si sigues por este camino te harías daño a ti mismo y se lo harás a las otras personas con las que convives y a las que aprecias.

Anda, 1º: Tenemos que sacarlas de nuestra cabeza, de nuestra mente. O sea que: entren por una oreja y salgan por la otra... No las guardes en tu interior. Y hazlo de inmediato.
 
2º: Las palabras que te han dicho... no les des vueltas y más vueltas... De este modo no te dejarán vivir con paz.
 
3º: No las retengas en tu mente. No las hagas tuyas, no les des vida en tu vida.
 
4º: Sobre todo no las dejes bajar, que no bajen a tu corazón. Si bajan a tu corazón, las convertirías en vida. Y cuando una palabra, un hecho se convierten en vida propia... es muy difícil arrancarla. Y te hará daño.
 
5º: Perdona de todo corazón a quien te haya proferido estas palabras. Porque…
 
"Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará las vuestras" (Mt, 6, 14).