¿Cómo vivir con normalidad mi vida cotidiana a la vez que suceden tantas cosas malas en el mundo y también tantas cosas buenas?  No puedo ponerlas entre paréntesis como en el anuncio de las chocolatinas.

Tampoco puedo estar constantemente triste y dolorida por las tragedias de otros, aunque sean personas cercanas, porque debo atender y amar a mi familia en primer lugar. Suena egoísta…

Y no sé olvidarme de esas tragedias ni de esas personas. A veces me vienen al pensamiento en medio de una comida en casa o de un rato en el parque con los niños y me siento rara: ¿cómo es posible que en un mismo instante, en lugares distintos del mundo, una madre esté comiendo tranquilamente con su familia y otra esté huyendo para salvar la vida de la suya? ¿Cómo se entiende que mientras mis hijos juegan con sus amigos en el parque, otros estén sufriendo en un campo de refugiados, o en medio de un bombardeo, o a manos de un padre violento?

Yo no lo entiendo. Todos somos hijos de Dios, ¿Por qué a unos nos pasan cosas normales (vale, a veces algún que otro disgusto gordo, pero no es lo habitual) y a otros cosas terribles? ¿Qué hemos hecho unos y otros para merecerlas? O no merecerlas, según se mire.

No sería justa con Dios si no estuviera contenta y agradecida por la vida que tengo.  Y tampoco estaría bien que no pensara en mis hermanos que sufren.

Y mientras voy entendiendo o tratando de entender seré agradecida y haré por merecer esta vida que Dios me ha regalado y me sigue regalando cada día.

Como cantan los Brotes de olivo: ¡Gracias Padre por darnos hoy nuevamente la vida!

"Hola Dios estoy aquí. Gracias te doy por darme la vida.
Hazla nueva todos los días. Buenos días, mi Señor.
 
Por eso, por tu amor, por tu misericordia
Por tu afán de justicia divina para toda la humanidad
Te decimos Gracias Padre por darnos hoy nuevamente la vida"