Si el niño de corta edad se limpia las manos manchadas de Tulicrem en las cortinas del salón es de suponer que la madre le enseñe lo que es bueno a voz en grito. Si el empleado haragán echa una cabezada en el trabajo es más que posible que vía megáfono el jefe le pida, primero que despierte, y después que pase por el negociado de finiquitos. Entonces, ¿por qué se guarda un minuto de silencio en lugar de una hora de charla cada vez que los musulmanes radicales perpetran una matanza en Europa? ¿No sería mejor, más efectivo, que los concentrados, en lugar de callar, debatieran sobre los pros y contras derivados de avisar a Don Pelayo?
A Don Pelayo debemos que el cuscús no forme parte de la dieta mediterránea ni la intolerancia del pensamiento occidental. La Ilustración se arroga este mérito, pero lo cierto es que la respuesta de Jesús a los herodianos que le preguntaron si hay que cumplir con Hacienda lleva implícita la división de poderes. Dar al César lo que es del César significa que aunque Dios esté en todas partes no interfiere en ninguna. Y menos aún pide a los suyos que maten en su nombre a bordo de la furgoneta, el Papamóvil del yihadista, que es ese hombre que sabe que el terror sólo florece en lugares que previamente han sido abonados con el miedo. Lugares como Londres, donde los ciudadanos huyen como conejos en lugar de embestir como búfalos.
La paradoja del conejo es que no vive más que el búfalo, que cuando cae, lo hace con honor, y que, como enseñó Cela, cuando resiste, gana. La táctica de apuñalar al tuntún empleada en la capital inglesa fue utilizada hace poco con escaso éxito en Jerusalén, donde el agresor del cuchillo fue reducido por viandantes que no fían su suerte a las fuerzas de seguridad porque tienen claro que Chuck Norris no siempre llega a tiempo. El búfalo, el israelí, es consciente de que el león le puede aguar el día, pero se enfrenta a él porque sabe que escapar es dejar la nuca a expensas del enemigo. El conejo, el europeo, huye porque entiende que siempre habrá uno que corra menos que él.