Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.                              
    
LA DELGADA LÍNEA DIVISORIA 

Hay una conversación que se repite muy a menudo en el locutorio. Cuando digo que llevo 7 años en el convento, hay quien no puede disimular su asombro. 

-¿Siete años? ¿Pero qué edad tienes? 

Cuando decía mis años, la respuesta siempre era, más o menos, un "¡pero si es que eres muy jovencita!". 

Digo que "era", porque los tiempos cambian. 

-¡¡Ay, ay, ay!! -dije a Israel y Joane en un tono melodramático exagerado que provocó sus risas- ¡Esto es terrible! ¡Al cumplir los 26 he superado la barrera de la juventud! 

-¿Y eso? 

-Hasta la semana pasada me decían "eres" muy jovencita... ¡Hoy han dicho "pareces"! ¡Pareces más jovencita! 

Todas reímos a carcajadas, pero esta pequeña broma trajo a mi mente un comentario que me hizo una vez un sacerdote. Estaba hablándome de las personas consagradas, y me dijo: 

-Fíjate bien: los jóvenes parecen santos, pero no lo son; los adultos, ni lo son ni lo parecen; los ancianos no lo parecen... ¡pero lo son! 

¡Qué fuerte sentí en ese momento la diferencia entre "ser" y "parecer"! Y es que muchas veces las apariencias engañan... 

El Señor dijo que todo lo que hiciésemos a los demás, sería como si se lo hiciésemos a Él. Y es fácil ser amable y cariñoso con quien nos agrada, pero, ¿qué hacer con el que se levanta siempre de mal día? ¡Pues es hijo de Dios, aunque no lo parezca! 

¿Y tú? ¿Qué "pareces"? Y, sobre todo, ¿sabes lo que "eres"? ¿Cómo te ve el Señor? ¡Hoy es un gran día para descubrirlo! ¡Es Pentecostés! 

Hay una delgada línea que separa la apariencia de la realidad. Una línea que es de Fuego. La línea que marca la diferencia es el Espíritu Santo. 

Sólo cuando el Señor unge tu mirada puedes apreciar lo que realmente "es". Sólo el Espíritu Santo cambia nuestros ojos para que veamos la realidad con los ojos de Cristo, esos ojos de misericordia que saben ver más allá de lo que "parece", que ven lo profundo del corazón. 

Hoy el reto del amor es pedirle al Señor que renueve tu alma con el fuego de su Espíritu. Pídele esos ojos para ver la realidad como Él la ve. Y hoy... ¡descubre de nuevo que eres un elegido! ¡¡Eres templo del Espíritu Santo!! Y, como decía una abuelita, "puesto que lo soy, haz Señor que se me note". ¡Hoy mira más allá de las apariencias! ¡Mira con sus Ojos! 

VIVE DE CRISTO

  
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¡Feliz día!