Ordenado hoy, hace 100 años

El siervo de Dios Máximo Redondo Almonacid nació en Huete (Cuenca) el 18 de noviembre de 1892. Hijo de Jesús y Felisa. Fue el mayor de tres hermanos. Fue bautizado en la parroquia de San Esteban Protomártir, el 20 de Noviembre. Con 12 años ingresa en el Seminario Diocesano de Cuenca, en el curso académico 19051906. Concluyó su carrera eclesiástica con brillantes resultados académicos. Recibió la primera tonsura clerical y las órdenes menores el 9 de abril de 1916. Fue ordenado de subdiácono el 23 de septiembre de 1916, de diacono el 24 de marzo de 1917 y el presbiterado el 2 de junio del mismo año.
 

Párroco de Miguel Esteban durante más de cinco años

Con fecha de 10 de mayo de 1917, se publica en el boletín eclesiástico de Cuenca la provisión de los curatos vacantes, y se le asigna la parroquia de entrada de Castillejo del Romeral (Cuenca). Posteriormente, en el mes de diciembre de 1930 llega a la Parroquia de Miguel Esteban (Toledo), que entonces pertenecía a la diócesis de Cuenca. Aquí se distinguió por su caridad y celo apostólico hacia todos sin excluir a nadie. Junto con su hermano José, enseñaron las primeras letras a muchos niños de Miguel Esteban, que durante el día tenían que ir a trabajar con sus padres al campo.

Ya antes de iniciarse la Guerra Civil, tuvo que soportar un trágico disturbio durante la procesión de Viernes Santo de 1932; unos individuos dispararon con armas de fuego para alborotar y disolver la procesión, la gente, aterrada, huyó, dejando a don Máximo prácticamente solo; pero él no se amedrentó, negándose a abandonar la procesión para refugiarse en algún lugar; restableció como pudo el orden procesional prosiguiendo hasta el final. Según hemos podido ver en los periódicos de la época, como El Castellano y El Pueblo Manchego, (ya que estos sucesos llegaron a ser noticia en la primera plana de los diarios comarcales y provinciales), durante la revuelta se intentó dañar la imagen de la Virgen de la Soledad, los cronistas relatan que resultaron varios vecinos heridos y alguno de cierta gravedad, y en consecuencia, al día siguiente, la casa del pueblo fue asaltada y destrozada. 

Al comienzo de la Guerra Civil, por su condición de sacerdote, don Máximo y su familia tuvieron que sufrir diversos incidentes persecutorios y de acoso. El libro Martirologio de Cuenca, de Sebastián Cirac Estopañán, nos cuenta que los miembros del Comité del Frente Popular le forzaron a que se despojara de la sotana y suspendiera todo culto cristiano; con mansedumbre y resignación cedió ante tales presiones. Violentamente forzado, tuvo que entregar las llaves de la iglesia. Suplicó que le permitiesen ir, al menos para consumir el Santísimo Sacramento y evitar el sacrilegio. Una vez arrebatadas de forma violenta las llaves y hechos dueños del templo, se cometió toda clase de sacrilegios, profanaciones y devastaciones. El 20 de julio fue detenido y atado de codos con sus familiares y otras personas, siendo llevados por cuadrillas de milicianos armados ante las casas de algunos vecinos como parapeto, para que se entregaran y confiaran en que nada les iba a pasar. Don Máximo fue encerrado en la iglesia, convertida en cárcel, allí recibió fuertes maltratos y ultrajes que sufrió con paciencia y mansedumbre; exhortaba a los demás detenidos para que tuvieran fe y conformidad en el Señor. Se dice que fue obligado a trabajar en faenas agrícolas y soportó otras vejaciones y maltratos públicos, impropios de su condición sacerdotal.

Finalmente, el día 28 de julio de 1936, fue conducido en un camión, con otros detenidos, en dirección a Madrid, donde fueron asesinados. De Don Máximo se dijo que murió haciendo la señal de la cruz. Sus cuerpos se hallaron en el término de Vallecas. Así lo atestigua el acta de defunción del Registro Civil de Vallecas, realizada el día 30 de julio, aparte de la sucinta descripción física y del tipo de indumentaria que llevaba, constata lo siguiente:

“...fallecido en el kilómetro 10 de la carretera (de Castellón) del día 28 de Julio actual, a las 16 horas, a consecuencia de fractura de la base del cráneo... consignándose además que se encontraron unas notas, un rosario y otros objetos siendo a deducir por su aspecto sacerdote”.
 

Ignorando su identidad, fue inhumado el día 29 de julio de 1936, en una fosa común, con otras víctimas. Una vez finalizada la contienda pudo identificarse su cadáver, siendo trasladado a una nueva sepultura, propiedad de la familia, en el mismo cementerio de Vallecas.