Religión en Libertad 2 de junio 17

El pasado 31 de mayo murió a los 84 años el cardenal ucraniano Lubomyr Husar, que fue un niño refugiado en la Segudna Guerra Mundial, un emigrante en EEUU y un reconstructor de la Iglesia ucraniana tras la caída de la URSS.

En 1944 las tropas soviéticas iban retomando las poblaciones ucranianas a medida que se retiraban las alemanas. El pequeño Lubomyr Husar, que tenía 11 años, y sus padres, católicos de rito bizantino, huyeron como pudieron y llegaron a un campamento para refugiados de la guerra cerca de Salzburgo, en Austria. Después, en 1949, la familia consiguió llegar a Estados Unidos y eventualmente Lubomyr lograría la ciudadanía norteamericana. 


Estudió en los colegios eclesiales ucranianos en Estados Unidos, después en la Catholic University of America de Washington y en Fordham University en New York. A los 25 años fue ordenado sacerdote de la diócesis ucraniana grecocatólica de Stamford. Sirvió 11 años como profesor en el seminario ucraniano de EEUU y en las parroquias de inmigrantes. Después estudió en Roma y se sumó a la comunidad monástica ucraniana de los estuditas (de San Teodoro del Estudio).  

Fue ordenado obispo por el cardenal y líder de los católicos ucranianos Josyf Slipyj en 1977, cuando oficialmente, según el régimen soviético, esta iglesia no existía y todas sus propiedades habían sido confiscadas, y su clero deportado, encarcelado o exterminado. 


Cuando la URSS se hundió en 1991, pudo volver a su país y fue el director espiritual del seminario grecocatólico en Lviv, y el padre espiritual de la nueva hornada de sacerdotes que debían pastorear un país nuevo, desconcertado y complejo.

Los obispos grecocatólicos lo eligieron como exarca de Kiev en 1996 y poco después obispo ayudante del cardenal Lubachivsky en Lviv. Cuando murió Lubachivsky cuatro años después, el sínodo lo eligió para dirigir la Iglesia Católica Ucraniana de rito bizantino, la mayor de las iglesias católicas orientales. Juan Pablo II lo creó cardenal en 2001. 


En 2005 llevó la sede de la Iglesia de Lvov a Kiev, capital política del nuevo país, pese a las protestas de la jerarquía ortodoxa rusa. Hablaba cinco idiomas, aparecía en los medios de comunicación, publicaba sus ideas en un blog hasta su muerte.  


Predicaba la austeridad y la vida sencilla en una Ucrania que tras el comunismo se volcaba en el consumir, el aparentar y las riquezas materiales. Él, educado en EEUU; sabía que la opulencia material -que en realidad dejaba detrás a muchos pobres- era una antesala de la pobreza espiritual. Sus contactos en EEUU y con la diáspora ucraniana le permitían conseguir fondos para alimentar los seminarios de Ucrania, llenos de vocaciones, pero con pocos recursos. Había toda una Iglesia que reconstruir.