Es un extraño acontecimiento del que no conozco precedentes, el de un Presidente del Congreso que el día antes de votar un proyecto de ley, firma un artículo en un importante medio de comunicación para explicar el porqué de su voto. El Sr. Bono, según él mismo explica en El País, se sentía “interpelado” por su conciencia y a lo que parece, en la irremisible necesidad de exponer públicamente cómo iba a reconciliarse con ella cuando con una mano presionara el pinganillo que permitía votar a favor de una ley de aborto mientras con la otra sostenía un Evangelio.

 

            Más allá del amargo regusto a excusatio non petita, y en consecuencia, a acusatio manifiesta, que el artículo rezuma, me detengo en una de las afirmaciones vertidas por el Sr. Bono en la que declara que la que él apoya es una ley que bien podría denominarse Ley para la Reducción de Abortos en España”.

 

            El Sr. Bono, que en esto no hace sino ejecutar el argumentario pesoíta sobre la Ley Aido, sabe muy bien que si de lo que se trataba era de reducir el número de abortos, habría bastado con hacer cumplir la ley vigente para que no sea el coladero en que se ha convertido, y que la Ley que ahora aprueba no nace para reducir el número de abortos, sino para convertir en legales los que eran irregulares al amparo de la que se quiere derogar. Como sabe también que de idéntica manera que se ha hecho una aplicación fraudulenta de la actual ley, se puede hacer también de la que ahora se aprueba. Y que los mismos sinvergüenzas que hoy firman un cheque en blanco afirmando que existe un riesgo psicológico para la salud de la mujer que ni siquiera han contrastado, firmarán mañana que un embarazo de veinte semanas es un embarazo de catorce. Porque la cuestión no está en la ley, está en la voluntad de hacerla cumplir.


           
La
afirmación del Sr. Bono, por otro lado, es una afirmación harto peligrosa para ponerla negro sobre blanco, por lo que de fácil tiene su sometimiento al escrutinio inexorable de la estadística. Por eso, cuando dentro de dos años conozcamos el dato definitivo de los abortos producidos con la nueva ley y se constate que, como era de esperar, no han hecho sino aumentar, espero escuchar el arrepentimiento del Sr. Bono con la misma claridad con la que hoy escribe que la vota porque servirá para reducir el número de abortos en España.

 

            Algo me dice, sin embargo, que de dicho arrepentimiento sólo oiremos si el Sr. Bono hubiera dado por finiquitada su carrera política, y no en ningún caso si, como es de suponer, para entonces aún espera sacar tajada de la misma.