Llama poderosamente la atención que algunas Iglesias locales de ciertos países en los que han tenido una pérdida muy grande de católicos en las últimas décadas organicen sínodos que, de alguna manera, pretendan decirle a la Iglesia universal cómo actuar en materia de doctrina y de pastoral. Por supuesto que la actitud sinodal, como lo ha indicado el Papa Francisco, tiene raíces bíblicas y es del todo necesario ponerla en práctica; sin embargo, aquí la crítica constructiva no va sobre el hecho de iniciar un camino sinodal sino de hacerlo como si se tratara de una cuestión de votos, de porcentajes, dejando de lado por completo la fe de Jesús y las más elementales nociones de teología. Lo alarmante, por si esto fuera poco, es que pretendan mostrarse de avanzada y tratar de dictaminar, al margen de la Iglesia universal, lo que se debe cambiar si o sí. Es un hecho que, como católicos, tenemos varios temas pendientes y que, por supuesto, toca escuchar al mundo de hoy, pero esto no tiene nada que ver con que una Iglesia local, cuyos templos están vacíos y convirtiéndose en locales de diversa índole, aparezca como la barita mágica que solucionará las cosas.

Las Iglesias locales de países secularizados deben entrar en un camino sinodal pero con la hermenéutica adecuada. ¿Cuál? La de renovar las formas sabiendo conservar el fondo, porque cuando tocas el depósito de la fe, bajo la lógica de un menú a escoger, sin considerar la antropología cristiana y otras áreas, las estructuras se vuelven burocráticas y se esfuma la evangelización, así como el surgimiento de vocaciones. Tomarle la palabra a contextos que se presentan como lo último en teología pero que son incapaces de atraer a las nuevas generaciones es tan absurdo como tomar de asesor contable a un profesional que fue encarcelado por calcular mal los impuestos de sus clientes.

¿Qué toca? Volver al sentido común. Está muy bien que nos sentemos como Iglesia local y universal a ver qué es lo que pasa a fin de mejorar nuestra vida interior y las iniciativas pastorales para los diversos sectores. El Papa Francisco tiene toda la razón con el sínodo pero hay que escucharlo atentamente, para que no se saquen de contexto sus palabras y veamos Iglesias locales dictaminando o tratando de dictaminar al margen de la Iglesia universal y, para colmo, sin gente. Si alguien se va a poner a dar consejos es porque ha dado buenos resultados. De otro modo, ¿qué podrá decir? A lo mucho, “me equivoqué, no sigan por la misma vía que yo”.

La Iglesia tiene mucho que aportar al mundo de hoy, pero la clave está en que sepa renovar las formas sin olvidarse de su verdadera identidad. Cuando se cuidan ambas cosas, como lo pide el Concilio Vaticano II, la nueva evangelización se vuelve una realidad y eso es lo que queremos. Terminamos con unas palabras muy acertadas del Papa Francisco: El Sínodo no es un parlamento, sin el Espíritu Santo no hay Sínodo”[1].

Les dejo un video sobre el Concilio Vaticano II relacionado con el artículo:

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[1]Palabras del Santo Padre durante el encuentro con los Obispos del Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana, a quienes recibió en audiencia la mañana de este lunes, 2 de septiembre de 2019, en la Sala del Consistorio del Vaticano. Enlace: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-09/papa-francisco-saludo-obispos-greco-catolicos-ucrania-audiencia.html