Aquí el personal anda dando lecciones y olvida la fundamental: "Sin mí no podéis hacer nada".
 
Es la más simple y obvia de todas las frases de Jesús, que es Dios: si Él quiere, nos morimos ahora mismo, dejamos de respirar y de bombear sangre y el mundo se acaba. Sencillo.
 
San Pablo la amplía sin necesidad: "En Él somos, nos movemos y existimos", pero ya sabemos que la vanidad de los teólogos es inmensa aunque sean santos. Esta frase no añade nada a la de Jesús.
 
Bien. Me subleva, entristece e irrita profundamente que los profetas de todos los tiempos, falsos y verdaderos, anden disparando agonías desde que el mundo es mundo –ese que es del buen Dios, y no hay otro, ni Dios, ni mundo.
 
Algunos pintan a Dios como un cazador de perdices apostado tras un árbol a ver si tira a algún pecador, y ¡bang, bang! al infierno eterno. Es su Dios al acecho con el que amenazan a la propia Misericordia infinita de nuestro padrecito.
 
Otros repiten la misma brasa durante días y semanas y meses y años: cállese ya; y, si tanto le preocupa el problema, rece y ayune a pan y agua durante el resto de su vida, imbécil.
 
Muchos te vienen con la lucha o combate espiritual. ¡Que no, por Dios bendito! Que no. Todo es Gracia. Y si lo fían todo al esfuerzo –de boquilla te dicen que no, que la Gracia y tal– al final se la pegan y se rompen y tienen varios finales: la rutina disimulada, el vicio oculto, la rotura psíquica o, antes, el Partido Comunista y hoy, cualquier nacionalismo más o menos violento. 
 
Luego están los profetas del mundo, esos que siendo curas visten de dependiente de El Corte Inglés o de macarra de playa. ¿Es usted sacerdote de Cristo? Se ponga la sotana, siervo inútil. ¿No lo es? No se la ponga. Tan sencillo y tan difícil por la soberbia disfrazada de "soy un hombre como los demás". Pues no, mire. Lo más probable es que sea usted mucho peor, pero ha sido elegido y ha dicho que sí. Apechugue.
 
Vienen los teóricos de salón sobre la ortodoxia. Lo más parecido a un fariseo, sepulcros blanqueados.
 
Están los teóricos de salón de la puesta al día de la Iglesia. Lo más parecido a los saduceos: colaboracionistas con el poder y, en consecuencia, descreídos y ajenos a toda apertura al Misterio ("No creen en la resurrección de los muertos").
 
Rondan por ahí los cruzados de boquilla. Se definen solos.
 
Y los cumplidores de "Excel". Nada que decir: tibieza fosilizada ajena a todo amor que rompa el horario.
 
Los profesionales de la compasión y de la solidaridad. Estos deberían de hacerse budistas o algo por el estilo.
 
Los intelectuales y escritores que practican el deporte más viejo del mundo –no, no es la prostitución y el fornicio–. El deporte más viejo del mundo es echar pestes del momento presente en que se vive.
 
(Y los que se lían con la política y la fe y sacan un brebaje que no hay quién se lo trague. Un cóctel italiano, no sé si me explico).
 
Miren, escuchen... Cristo pasó treinta años de gris anonimato. Y cuando el Espíritu sopló le tocó pringar, muy a su pesar. "¡Cómo deseo beber este cáliz y prender fuego a la tierra!". Claro, que pase pronto toda esta tortura y mi vida con esta generación que me harta, ¡hasta cuándo tendré que soportar vuestra presencia, homínidos!
 
La Pasión y la muerte, con intento de chantaje al Padre: si puede ser, que no me coma el marrón, papito...
 
Así que, concluyo, vivan felices, y no me repitan tanto lo de sufrir, lo de la Cruz, y lo de padecer y ofrecer: ni Cristo lo deseaba, ¡fariseos! La Cruz es una putada gigantesca: Jesús la llevó tan mal, tan mal, que cayó tres veces bajo su peso y tuvo que venir un pobre hombre en su ayuda. Sufrir de veras es sufrir hasta gritar, es quejarse, es querer suicidarse, huir, como Santa Juana de Arco o Santo Tomás Moro, que lo firmó todo menos la renuncia a la autoridad del Papa, para salvar una vida que entregó al final con humor inglés. Por favor, recuerden los heraldos del martirio: "Si os maltratan en una ciudad, HUID a otra..." 
Y si no os hacen caso, "sacudíos el polvo de vuestras sandalias" y a otra cosa, mariposa.
 
Que no, rufianes de guante blanco. Que no. Dejad de atar cargas a la pobre gente. Si el personal quiere convertirse es cosa del personal, no vuestra. Que el mandato es anunciar, y solo anunciar. 
 
Y el que no escuche, avisado queda. 
 
Disfruten, pues, que los lirios no hilan y visten como nadie en el universo; y los pájaros no trabajan, y comen de todo, siempre. Pax et Bonum.