Jesucristo está alto en la Cruz y mucho más en su Resurrección que celebramos estos días de Pascua, sobre todo si hemos subido a Jerusalén, al menos en espíritu y con buen corazón, es decir, con ganas de cambiar. Con paso rápido los creyentes hemos avanzado en la Cuaresma hacia esta Pascua que celebramos con gozo, y así podemos ver el sentido de la entera historia humana. La Resurrección de Jesucristo abre un tiempo luminoso para la Iglesia y el mundo, y puede expresarse como el tránsito de las tinieblas a la luz, tal como hace San Pablo: "En otro tiempo érais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz..." (Ef 5,8), y ello como consecuencia de que "Dios es luz" (1 Jn 1,5)
 
            Las masacres sufridas por cristianos y no cristianos estos días pueden desanimar a cualquiera, aunque también han sido perpetradas en siglos anteriores, y el cristianismo sigue adelante, confiando en la promesa de su Señor. Ciertamente hay sombras en la vida de nuestra sociedad pero también  resplandece la luz de la verdad. Sombras en nuestra sociedad como esos desalmados -palabra adecuada, porque tienen  alma pero actúan como animales sin alma-que pretendían sembrar coordinadamente el pánico durante las procesiones en Sevilla y algún otro lugar. Y sombras porque algunos artistas utilizan sus obras para oscurecer las conciencias y sembrar el mal. Obra tras obra, día tras día, focalizan la atención sobre las miserias y pecados de los hombres, de los cristianos, de la Iglesia; p.ej. "Los cuadernos de don Rigoberto" (M.Vargas Llosa), o "Historias del Kronen" (J.Angel Mañas), por citar sólo dos ejemplos, tampoco costaría mencionar otras realizaciones en el cine, la pintura, el mundo de la canción, etc. Sí, abunda la semilla destructiva de la dignidad humana, que apunta certeramente a los jóvenes, a la mujer, y a los sacerdotes. ¿Se podrá frenar esa marea de perversión de la familia y de la sociedad?
 
            Sin embargo, la luz disipa las tinieblas y hay artistas e intelectuales que cumplen bien su misión de mostrar la dignidad del ser humano, como es el caso de C.S.Lewis, ya cumplido el centenario de su nacimiento. Otro inglés W.Collin prueba su honradez intelectual cuando dice en el prólogo de su obra "Basile": "No sé si algunos personajes míos conseguirán hacerse querer por parte del lector, pero hay una cosa que sí sé con seguridad: en ningún caso le engañaré para dirigir sus simpatías hacia el lado de los malos." ¿Ingenuidad o alma limpia? ¿Cuántos artistas pueden afirmar hoy eso mismo con la mano en el corazón?. Porque no hay fundamento para unir arte y desorden moral ya que, al menos implícitamente, esas obras llevan a Dios. En cambio, hay una intrínseca relación entre belleza, bien y verdad, porque Dios es plenitud de ser. Por lo mismo, da gusto leer a A.Saint‑Exúpery, J.Austin, o J.L.Olaizola; ver las obras de A.Gaudí, E.Chillida, o de I.Guerra; o bien escuchar a Mozart, Mendelssohn o Enya, etc., porque llevan en sí el signo más y hacen brillar la luz.
 
            Quizá algunos encuentren motivos para el desaliento pero otros tenemos la esperanza en Cristo resucitado para dar testimonio de la luz ante los hombres. Hay que reaccionar ante la marea de fango impulsada por los pervertidores, primero haciéndoles el vacío y después difundiendo otras obras logradas de tantos artistas y pensadores. Además cada uno en su sitio puede ser foco de luz, porque los tiempos somos los hombres, como afirmaba S.Agustín: «Vivamos bien, y los tiempos serán buenos. Los tiempos somos nosotros: como somos nosotros, así son los tiempos. ¿Qué hacer, pues?. Quizá no podemos convertir a todos los hombres; procuren vivir bien, por lo menos los pocos que me están oyendo, y ese reducido número de los buenos soporte la multitud de los malos.»