Como parte de la Iglesia, recordamos el hecho histórico de la resurrección de Cristo (cf. Mt 28, 1-7) y, con ello, el inicio de la Pascua. Frente al misterio central de nuestra fe, nos viene bien reflexionar sobre tres argumentos que despejan cualquier duda al dejar claro que, efectivamente, Jesús resucitó de entre los muertos, cumpliendo con lo que les había dicho a los discípulos y, desde ahí, a todos los que vendríamos después, gracias al bautismo.

Nadie, en su sano juicio, da la vida por una mentira:

De los once discípulos, luego de la traición de Judas Iscariote, diez de ellos murieron como mártires; es decir, que fueron asesinados por mantenerse firmes en la fe cristiana pese a las presiones políticas, legales y sociales del momento. Humanamente hablando, no tenían nada que ganar con la resurrección de Jesús y sí mucho que perder, por lo que inventarla habría sido todo menos rentable. Perseveraron porque al mismo que murió en la cruz, lo reencontraron resucitado. De otra manera, ¿para qué dar la vida, entregarse hasta el final? Tuvo que presentarse una certeza definitiva capaz de sostenerlos y eso solamente se explica a través de la resurrección, pues despejó cualquier mentira o presunto fraude. En el martirio de los discípulos, en su coraje luego de muchas peripecias, está una prueba contundente. Pedro, el que llegó a negarlo tres veces, terminó dando su vida en el nombre de la fe. ¿Por qué cambio? La respuesta está en la resurrección de Jesús como acontecimiento vital.  

Expansión del cristianismo:

Fue a partir de la resurrección que el cristianismo alcanzó una mayor proyección en el mundo hasta entonces conocido. ¿Casualidad o impulso? Nos quedamos con la segunda, pues la noticia sobre la muerte de Jesús circuló con la misma rapidez que su vuelta a la vida. Las conversiones en masa, derivadas de la predicación de los discípulos, no obstante el precio que implicaba desafiar al imperio romano, encuentran sentido en el eco de las generaciones que conocieron personalmente a Cristo, al punto de contemplar y reconocer la verdad de sus palabras. Si Jesús se hubiera quedado en el sepulcro, ¿quién daría fuerza a la predicación? Nadie arriesga todo por un rumor, mucho menos por una mentira. Si tantas comunidades abrazaron el cristianismo se debió a la resurrección.

Sábana Santa:

Si bien la Sábana Santa, conservada en Turín, no es un dogma de fe; es decir, algo que se considere esencial de creer, permite aportar una respuesta arqueológica, siendo además un punto de encuentro entre la fe y la ciencia, pues lleva grabado el cuerpo de un hombre que, según el parecer de muchos estudiosos, corresponde al de Jesús de Nazaret. No está pintado. Antes bien, se considera que la imagen, en ella grabada, corresponde a la reacción físico-química del cuerpo de Jesús al momento de resucitar.

Conclusión:

El que algo sea misterio, no hace que ese “algo” sea falso. Jesús resucitó, lo sabemos en base a los Evangelios, pero también a partir de un atento estudio de la historia que demuestra un impulso nunca antes visto del cristianismo y bien justificado a la vista de todos, detractores incluidos. La resurrección de Cristo tiene sentido: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24, 5).

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Link del audio del mes, titulado: "La crisis postmoderna que nos lleva a reafirmar la tarea de los colegios católicos en la sociedad": https://mx.ivoox.com/es/crisis-postmoderna-nos-lleva-a-reafirmar-audios-mp3_rf_17908949_1.html