Si mi vida y mis actos son los de una persona enamorada;
Si mis pensamientos están puestos en el amor;
Si por el ser querido sé renunciar a todo...
 
Si no me preocupo tanto de mí mismo;
Si me entrego totalmente al ideal, al amor;
Si en darme, sirvo... andaré en el camino del contento interior y de la verdadera alegría.
      
Alegría... que —aunque estemos navegando en un mar proceloso y embravecido de la vida— nada ni nadie podrá arrebatarnos.
Alegría... que —por cruces, tribulaciones, enfermedades, fracasos que tengamos— hará presencia en nuestro interior.
 
Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, lo enseña magistralmente en el poema Dichoso el corazón enamorado:
 
«Dichoso el corazón enamorado
 que sólo en Dios ha puesto el pensamiento.
 Por Él renuncia a todo lo criado
 y en Él halla su gloria y su contento.
 
 Aún de sí mismo vive olvidado,
 porque en su Dios está todo su intento.
 Y así, alegre pasa y muy gozoso
 las olas de este mar tampestuoso






Alimbau, J.M. (2001).  Palabras para la alegría. Barcelona: Ediciones STJ.