Un joven preguntó a un maestro espiritual:
«Según tu manera de ver y de pensar ¿quién es un egoísta?»
Y el maestro espiritual respondió:
«La persona egoísta es aquella que no piensa nunca en ti, ni en mí, ni en el otro. Sólo piensa en sí mismo. No piensa en nadie más... que no sea él mismo.»
 
— El egoísta que usa de las personas para provecho propio... jamás logrará, por este camino, la verdadera alegría.
 
— El egoísta es el propio causante de la tristeza y de la soledad que suele invadirle. Por este camino nunca se librará de los dos males.
 
— El egoísta es capaz de mentir, de calumniar, de dañar para satisfacer sus bajas apetencias. De esta manera nunca experimentará el contento interior ni la alegría.
 
— El egoísta suele ser muy exigente para con los otros y muy poco para consigo mismo. Exige a todo el mundo, como si todos le debieran algo. Por este camino nunca hallará la alegría interior.
 
— El egoísta suele vivir en tensión continua, a veces con desasosiego interior. Nunca está satisfecho. Nunca tiene bastante. Su descontento es permanente.

¡Ah! y no cometamos el error que denuncia Morgan:
«¡Por no decir que es egoísta, se complace en decir que tiene personalidad!»
 
Labiche ofrece la definición siguiente:
«El egoísta es uno que no piensa en mí.»
 
El egoísta no estará contento ni vivirá la alegría.
Allí donde haya egoísmo no será posible la alegría.





Alimbau, J.M. (2001).  Palabras para la alegría. Barcelona: Ediciones STJ.