Leo en algún sitio de uno de esos extraños casos de genocidio ocurridos en los distintos rincones de nuestro siempre sorprendente planeta. Trátase en este caso del practicado en Tanzania y Burundi sobre aquellas personas que nacen con la extraña, -y para ellos peligrosa-, condición de ser albinos. Según parece, en esa zona del globo los albinos son considerados como frutos de la brujería, y por si ello fuera poco, sus órganos portadores de buena suerte, todo lo cual hace que se proceda a su eliminación desde pequeños.
 
            Naturalmente el asunto produce la repugnancia y el asco de cualquier europeo que se precie, convencido de que si semejante práctica supersticiosa, atávica y primitiva ocurriera no en Africa, donde al fin y al cabo es de esperar que ocurran estas cosas, sino en la progresista y avanzada Europa, nosotros, civilizados europeos, extirparíamos el mal de raíz.
 
            Pues bien, ¿y si yo les dijera que en Europa se llevan a la práctica genocidios similares que no provocan ni el menor aspaviento de los europeos? Las estadísticas más fiables por lo que se refiere al exterminio de albinos en Africa, nos hablan de un centenar de víctimas al año. En Europa la eliminación de personas con taras como el síndrome de down y otras, asciende a varios miles. Sólo en España y en 2008, tres mil seiscientos veinticinco.
 
            Alguien objetará que aquí nadie puede eliminar a un down o a un niño malforme. Y bien ¿acaso no se hace mientras crecen en el vientre de su madre? La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Antes de dar lecciones en Africa, continente cuyo más importante monumento es la fuente en la que los europeos nos lavamos la conciencia, haríamos bien en barrer nuestra casa y poner fin a uno de los más horrendos genocidios practicados por el ser humano, el de los niños que portan malformaciones, crimen que, desengañémonos, no por producirse en el seno de su madre es menos abominable. Y con una importante diferencia: mientras que en Tanzania el asesinato de albinos mal que bien es perseguido, en Europa el de niños down y otros malformados es legal, y muy pronto en España, un derecho más de la mujer.