Jerusalén. IV estación de la Vía Dolorosa.

4ª Estación: Jesús encuentra a su Madre
 
La vista de Jesús escarnecido debió rasgar de dolor el corazón de su Madre. Son tan graves, sin embargo, las culpas de los hombres, que hace falta que se junten, para lavarlas, los raudales de sangre del Corazón de Jesús y los torrentes de misericordia del Corazón de María. ¡Dichoso encuentro para ti, Señor, que ves iluminada la noche de tus tormentos por los fulgores de esta que llama la Iglesia “Estrella de la mañana”! ¡Dichoso también para nosotros, que desde entonces sabemos que hemos de hallar a los dos en las sendas de nuestra amargura! Con tu presencia, Jesús, los trabajos resultan ligeros. Con la presencia de María se vuelven consoladores. Sufrir en la tierra bajo la luz de vuestras miradas es vivir bajo un sol sin noches ni ocasos.