Nadie se desembaraza de un hábito
o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana;
hay que sacarlo por la escalera,
peldaño a peldaño.
-Marck Twain-
 
Un individuo va con su mujer a las cuatro de la mañana conduciendo borracho. 
─¡Patxi, ten cuidado! ─dice la mujer asustada.
─¡Tú tranquila, que yo controlo!
─¡Patxi, Patxi, cuidado, una curva cerrada!
─¿Y qué creías, que a las cuatro de la mañana iba a estar abierta?
 
Para un conductor borracho incluso la mayor recta resulta curva cerrada y peligrosa. El alcohol y el volante se llevan mal. Pero es que el alcohol se lleva mal con todo. Y hoy está haciendo verdaderos estragos entre los jóvenes. Nunca he entendido que para divertirse haya que emborracharse. 
Alguien ha dicho que el hombre es el único animal que bebe sin tener sed. Es una lamentable manera de huir de la realidad, de perder lo que nos hace humanos: la racionalidad. Y es también una triste manifestación del vacío que hay dentro. Vacío que no se llena con alcohol ni con nada de la tierra.
 
Esa pobre juventud engañada y manipulada que se hunde en el desorden los fines de semana, y que regresa a casa haciendo eses por las aceras, lleva en su interior un enorme vacío que pretende llenar con alcohol, droga, egoísmo, sensiblería, desorden.
Estos ingredientes, semana a semana, van minando sus valores humanos, llevando sus vidas a una peligrosa curva cerrada.
 
Para ser felices tenemos que conducirnos bien: Manos al volante: austeridad; respeto a las señales: mandamientos; y vista a la carretera: generosidad. 
Así, hasta las curvas más cerradas, tentaciones de la vida, las haremos autopistas hacia el cielo.