Ahora que se ha abierto el debate en la Iglesia sobre el celibato y que el Papa ha indicado que debemos reflexionar sobre los viri probati, quiero aportar una breve reflexión.
No se preocupen; no soy teólogo y no les voy a endilgar ningún tratado sobre la cuestión. Me limitaré a hacer un comentario a raíz de una entrevista basado en mi experiencia de padre de familia numerosa.
La entrevista la concedió recientemente Nigel Farage, el antiguo líder del UKIP y uno de los políticos clave para conseguir el triunfo del Brexit en el programa televisivo de Piers Morgan. Allí Farage, que acumula dos "matrimonios" rotos y ahora está viviendo con una tercera mujer, reconocía que su vida matrimonial había sido un desastre y que el motivo era, principalmente, su obsesión y entrega completa a su vocación política. El éxito político, indudable, se había cobrado el fracaso familiar.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que no estamos ante un caso aislado. No quiero decir que sea imposible, pero en la mayoría de los casos (y hablo por lo que conozco, por lo que veo a mi alrededor, aunque bastaría leer la biografía de muchos "grandes personajes históricos") es evidente que hay vocaciones tan absorbentes que es muy fácil que éstas entren en conflicto con la vida familiar de un padre de familia.
De hecho, añadía Farage, muchas personas de su entorno han pagado también ese precio por su dedicación plena a esta vocación política. Farage habla de política, pero creo que lo que dice es aplicable para la vida sacerdotal.
Dos reflexiones más me viene a la cabeza. La primera es que, en la reflexión que pide el Papa, sería bueno ser realistas y percatarse de lo que realmente exige ser padre de familia en nuestros tiempos. Aquello del padre ausente dedicado casi exclusivamente a sus tareas profesionales ha pasado a la historia, hoy en día los padres asumimos muchas más responsabilidades domésticas que nuestros abuelos. La segunda: por desgracia, hay matrimonios que llegan a situaciones de ruptura; ¿se imaginan a las "ex" poniendo a caer de un burro a su marido? Si ya es un espectáculo lamentable entre simples laicos, imagínense lo que sería entre sacerdotes o varones de probada virtud.
Ya ven, nada doctrinal, ni dogmático, ni teológico, sino unas simples reflexiones que pretenden aportar algo de realismo, del que tengo la impresión que muchos obispos y teólogos andan un poco escasos.