Año del Señor 2020
30 de agosto
 
Hola, buenos días, hoy Israel  nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
 
GRANDE vs. PEQUEÑO
 
Ayer, mientras dábamos un paseo Sión y yo por la huerta, nos acercamos a una higuera que parecía estar repleta de higos. Nos asomábamos entre las ramas... y nada, todos aún estaban verdísimos y muy pequeños. Y ya sabemos que, al final, nunca se terminan de dar.
 
Nos acercamos a otra higuera que parecía más grande todavía, sus ramas incluso habían ocupado todo el camino; sin embargo, esta ni siquiera tenía frutos. 
 
Con lo apetecibles que son los higos, no me extraña que el Señor se “enfadara” con aquella higuera que no tenía fruto... 
 
Pero había al lado un ciruelo raquítico, nada que ver con la espléndida higuera, con el tronco un poco destartalado, y sin embargo, los frutos de este se veían por todas partes, y eso que las hermanas le habían cogido ya muchas ciruelas para hacer confitura... 
 
La comparación entre un árbol y el otro me ayudó a comprender aquel gesto tan peculiar que hizo que Jesús mandara a la higuera que se secase.
 
En realidad Él no estaba hablando solo de la higuera, sino que hablaba del corazón del hombre. 
 
La higuera es ese árbol verde, frondoso, que tiende cada vez a hacerse más grande, que, si sabe ponerse en su lugar, da buenos frutos; sin embargo, aquí, en nuestra tierra, el calor que hay no es suficiente para ella: el sol no le da las horas necesarias, todo es poco... Del mismo modo, cuando se hincha nuestro corazón, sacándonos fuera de “nuestro lugar”, procurando ser o aparentar lo que nos gustaría ser... cuando estamos así, nada nos llena, todo es poco, nada nos es suficiente para dar fruto... 
 
Mientras que, para el Señor, lo único necesario para dar fruto es la sencillez del corazón, es saberse pequeño, ciertamente; pero en Sus manos no hay complejos, porque Él nos otorga su misma dignidad, porque Él nos ha salvado, y lo único que se nos pide es que acojamos su salvación. Cuando estamos así, no necesitamos grandes cosas para disfrutar, y todo lo que hacemos resulta dar fruto casi sin darnos cuenta. Con un rayito de sol estamos bendiciendo al Señor, y la alegría recorre nuestra vida. 
 
Y es que la felicidad no depende de grandezas, ni de ser el mejor o perfecto, únicamente depende de que, con un corazón sencillo, abras tu vida a recibir el Don de Cristo. 
 
Hoy el reto del amor es preguntarte cómo está tu corazón. Lo importante es saber volver a colocarlo en su lugar, es no tener miedo a ser como eres, porque ahí es donde Él se manifiesta multiplicando la cosecha de tu vida. 
 
VIVE DE CRISTO
 
 
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¡Feliz día!
 
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