El padre Poveda afirmaba: «No es necesario ser rico para dar, para ayudar. Para dar y ayudar lo único que se necesita es la bondad, ser bueno.»

Annete von Droste concluye: «Si los egoístas conociesen la gran paz que da la generosidad, todos se convertirían a ella. Todos se convertirían en personas generosas.»

El gran literato británico, convertido al catolicismo, Chesterton, decía: «Qué bueno es que los demás vean hasta qué punto somos buenos.»

Y es que cuando hacemos el bien...
no sabemos el bien que hacemos,
ni las angustias que calmamos,
ni el bien que nos hacemos a nosotros mismos.

El filósofo don Miguel de Unamuno, que fue rector de la Universidad de Salamanca, escribió:
«El generoso dice: Doy cuanto tengo.
»El abnegado: Doy cuanto valgo.
»El héroe: Doy cuanto soy.
»El santo: Me doy a mí mismo...
»Y di tú con él: doy conmigo el universo entero.
»Pero antes debes dejarte llenar para que reboses         luego...»
 
Y es que, como dice la frase latina: «Nemo dat quod non habet» («nadie da aquello que no tiene»).

¡Ah!, pero no olvidemos que, como decía John Powell: «La felicidad es una tarea interior.» 






Alimbau, J.M. (1998).  Palabras para momentos difíciles. Barcelona: Ediciones STJ.