El concejal de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid Carlos Sánchez Mato asegura que en el contexto de la Revolución Rusa sólo murieron asesinadas cinco personas. O sea, menos que en cualquier película de Tarantino. Es posible que no cuente a los Romanov porque para todo izquierdista resentido un aristócrata no es una persona, sino una clase social, de modo que quien le ejecuta, en lugar de cometer un homicidio, contribuye a la dictadura del proletariado.  Lo digo porque si los cuenta son siete los fallecidos. En fin, tampoco hay que pedirle exactitud a quien supedita la suma a la doctrina. Si por Solzhenitsyn sabemos que el Gulag no es Benidorm por Sánchez Mato sabemos que las matemáticas son troncales en ciencias políticas.  
La manipulación ideológica de las cifras explica que le haya ridiculizado un facha. Él se lo ha buscado. Si yo quisiera discutir con Stephen Hawking sobre la teoría de las supercuerdas intentaría documentarme antes del cuerpo a cuerpo. Si fundamento mi rechazo a sus conclusiones sobre el espacio/tiempo en que la luna está más cerca que Córdoba porque desde donde vivo se ve la luna, pero no se ve Córdoba, es posible que pulverice mi tesis sin tener que recurrir a Einstein. Es lo que ha hecho Percival Manglano con la de Sánchez Mato al enumerar  las víctimas del comunismo, que, según sus cálculos, no baja de catorce millones. Sin contar a la Romanov, que eran siete. 
Sánchez Mato considera que la rusa es la más hermosa de las revoluciones. Aunque yo prefiero la de los claveles, la más incruenta de las revoluciones, no tengo nada que oponer al adjetivo porque cada cual admira la etapa de la historia que encaja con su modo de pensar. Lo que no está bien es falsearla para que los hechos coincidan con los prejuicios. El concejal asegura que hace justo un siglo el pueblo dio el finiquito a la monarquía, cuando lo cierto es que Nicolás II, uno de los siete, había sido derrocado con anterioridad. En cuanto a que la revolución acabó con la esclavitud, omite que el campesino ruso había dejado de ser el negrito del Cola-Cao en el siglo XIX. Se entiende así que este hombre limite a cinco el número de fallecidos. De hecho, si en vez de un admirador de Lenin fuera un negacionista del holocausto diría que en Auschwitz sólo se utilizó para gasear judíos una bombona de las medianas.