Señor, dame lo que quieres,
 como tú quieras,
y dámelo cuando quieras.
-Tomás de Kempis-
 
Estaba en Lourdes. Joven, veintitantos años, enfermo en una silla de ruedas. Rezaba ante la gruta cuando una persona se le acercó y le dijo al oído:
 ─Voy a pedirle a Dios que le cure.
 ─No, gracias, respondió el enfermo. Yo siempre le digo al Señor: «No te pido que me quites la cruz, pero dame espaldas anchas para llevarla, porque sé que lo que Tú quieres es lo mejor para mí».
 
Cuando me lo contaron me acordé de la canción:
 Si Dios cuida de mí,
¿qué me puede faltar?
si ni un solo instante, no,
me deja de mirar.
Mi vida suya es,
cual diestro tejedor,
la va tejiendo Él
con infinito amor.

 Lo más doloroso para el Señor y lo más desastroso para nosotros es, precisamente, no fiarnos de Dios, desconfiar de Él.
 Unos confían en los carros, otros en los caballos; nosotros nos gloriamos en el nombre de Yahvé, nuestro Dios (Salmo,20).
 El filósofo, físico y matemático francés, Blaise PASCAL, rezaba así: Padre del cielo, no te pido ni salud ni enfermedad, ni vida ni muerte, sino que tú dispongas sobre mi salud y mi enfermedad, sobre mi vida y mi muerte, para tu gloria y para mi salvación. Sólo tú sabes lo que me conviene. Amén.
 Hay que elevar la mirada y confiar: ¡Dios es Padre y nos ama! Pero sus criterios, a veces, están muy por encima de los nuestros. Él piensa en la Vida Nueva y en la Salvación; nosotros estamos preocupados por intereses pequeños... Es necesario elevar el corazón y mirar con los ojos del joven de Lourdes: Sé, que lo que Tú quieres, es lo mejor para mí.