Queridos amigos de Santa Hildegarda seguimos hoy con los comentarios de las miniaturas que decoran el “Scivias-Kodex” cuya copia se encuentra en el Monasterio de Eibingen.

Esta segunda miniatura es una introducción al contenido de la obra que conocemos como Scivias. Transcribimos parte de la visión 1ª del Scivias

Vi como una gran montaña color de hierro y sobre ella alguien estaba sentado, brillando con tal brillo, que su luz ofendía mi vista; y a cada lado, velándolo con una sombra suave se extendía un ala maravillosa por su anchura y amplitud. Y ante él, al pie de la montaña, una figura llena de ojos estaba de pie, de la cual no pude distinguir ninguna forma humana, a causa de la multitud de ojos; y ante ella había otra figura de niño con un ropaje oscuro, pero con un calzado de color blanco, sobre cuya cabeza descendía tal claridad, que irradiaba del que está sentado en la montaña, que no podía ya mirar su cara. Sin embargo una infinidad de chispas vivas, se escapaban del mismo que estaba sentado en la montaña, y envolvían las dos figuras con gran dulzura. En la misma montaña, de distinguían numerosos huecos como claraboyas, en los que se distinguían como cabezas humanas, unas oscuras y otras blancas".
 

Y he aquí que el que está sentado sobre la montaña clamó con voz fuerte y penetrante, diciendo:

"Oh hombre, polvo impalpable del polvo de la tierra, y ceniza de la ceniza, grita y habla sobre el origen de la salvación incorruptible hasta que se conviertan los que conociendo el meollo de las Escrituras, no las quieren ni anunciar ni predicar, porque son tibios y lánguidos, para la preservación de la justicia de Dios; a ellos descúbreles la clave de los misterios que, en su timidez, celan sin fruto manteniéndolos en secreto. Dilátate en la fuente de la abundancia, y desemboca en una erudición mística; de manera que los que te desprecian, a causa de la transgresión de la (primera) Eva, sean sacudidos por el desbordamiento de tu fuente. Porque no es del hombre de quien te viene esa penetración de los misterios, sino que ese don te viene de lo alto, del juez terrible y supremo, por el cual esta luz brillará con brillo incomparable entre las otras luces. Levántate pues y haz oír tu voz y di las cosas que se han manifestado por la poderosa virtud de la ayuda divina; porque el que manda con bondad y poder a todas sus criaturas, penetra a los que lo temen y lo sirven con dilección, en espíritu de humildad, de la claridad de su luz divina; y el conduce a los que perseveran por los caminos de la justicia, a las alegrías de la visión eterna".

Esta miniatura con la figura luminosa, la montaña y el campo azul de abajo lleno de estrellas casi resume el contenido de los tres libros que componen el Scivias. El Ser tan extraordinariamente luminoso que señorea desde lo alto con sus alas extendidas se corresponde con el Primer Libro del Scivias en el que se relata la prehistoria de la salvación: el Creador y el hombre necesitado de redención de la cual, afortunadamente, se encarga Dios misericordioso.

La parte central, en la que se ven las caras de distintas personas en las ventanas, corresponde al Segundo Libro: se trata de la Iglesia, que brinda a las personas los sacramentos, remedios salvíficos, mediante los cuales realiza la obra de la redención.

Las innumerables chispas vivas sobre el fondo azul inferior son las fuerzas divinas (virtudes). En el Tercer Libro algunas de ellas aparecen en múltiples formas. Son los habitantes de la Ciudad salvífica, la Jerusalén Celeste.

Aquí, en la Primera Visión, se destacan, por el momento, dos fuerzas divinas (virtudes) y aparecen simbolizadas en su aspecto característico. La que se yergue en el lado izquierdo es el “Temor de Dios”, cubierta de ojos por todas partes. Junto a ella se halla la “Pobreza de espíritu”, representada por una figura de mujer joven, cuya cabeza recibe una luz tan intensa que impide ver su rostro.

No es casualidad que estas dos fuerzas de Dios sean las primeras en aparecer. El “Temor de Dios” es el primero de los siete dones del Espíritu Santo y la “Pobreza de espíritu” es la primera virtud que concede el título de bienaventurados en el sermón de Jesús en el monte de las Bienaventuranzas. Gracias a estas dos virtudes se inicia un proceso lleno de esperanza. Además, estas dos actitudes son muy importantes cuando una persona comienza a tomarse en serio su vida espiritual. Cuando San Benito describe el ascenso del hombre hacia Dios, coloca el “Temor de Dios” al principio de ese camino (Regla de San Benito cap. 7).

El “Temor de Dios”: es una actitud de completa atención. Con cautela vigilante debemos huir del “Olvido de Dios”, el mayor peligro que aleja a las personas del camino de la salvación. La “Pobreza de espíritu” está emparentada con el “Temor de Dios”. Esa imagen, cuyo rostro no se ve, simboliza la “Pobreza de espíritu”, ello no representa una carencia, sino una libertad perfecta para la recepción de la gracia divina. Esa figura discreta representada con colores sin brillo está tan llena del esplendor del cielo porque es atravesada por una luz brillante.

Esas dos fuerzas divinas nos deben acompañar a fin de penetrar en el significado profundo de lo que. Santa Hildegarda dice al final de cada visión estas palabras:

"El que tenga conocimiento del Espíritu Santo y alas en la fe, no se salte mi advertencia sino que la reciba en su alma con cariño entrañable".

Continuará.