Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
A-2º Domingo del Tiempo Ordinario
 
Para empezar: El Señor te llama, es el momento del encuentro… Acércate a Él en silencio… Recógete y con serenidad invoca al Espíritu Santo… Vive dentro de ti… Déjale hacer en ti…, contigo…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Juan 1,29-34
 
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.
Y Juan dio testimonio diciendo:”He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envío a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
[Este año litúrgico vamos a contemplar el Evangelio de san Mateo. Él nos va a acompañar en la profundización del misterio de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, en este segundo domingo lo hacemos con san Juan siempre, o sea, en los tres ciclos, mostrando la estrecha relación entre el Bautismo del Señor y lo que sucede “al día siguiente”, que es esta escena que hoy contemplamos].
>Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó…
Juan, acompañado de sus discípulos y rodeado de cuantos iban y venían a preguntarle y cuestionarle, o bien, a escucharle, arrepentirse de sus pecados y convertirse, de pronto vio venir a Jesús hacia él. ¡Gran sorpresa y admiración! El Bautista intuía claramente la pregunta que rondaba en aquellas mentes y corazones, en relación con Jesús: “Y éste, ¿quién es?” Por eso Juan no resistió, de inmediato, a dar una respuesta contundente y clara de quién era Jesús.
Esta es la pregunta que tantos y tantos se han hecho sobre Jesús, a lo largo de los siglos y que perdura hasta nuestros días: “¿Quién es Jesús?”, o “¿Quién es este?”. ¿Le conozco yo? ¿Me sigo interrogando sobre quién es este Jesús? ¿Todavía tengo dudas, sospechas y malos entendidos sobre Jesús? ¿Cuáles son y por qué? No puedo seguir favoreciendo la duda y no comprometerme en aclararlas. Contempla despacio a Jesús y, fijos los ojos en los suyos, pregúntale y en silencio escúchale… Cuando Jesús viene hacia ti en la oración, como ahora, ¿qué haces, si no?…
>“Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…, existía antes que yo… He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él…, Este es el que, lleno del Espíritu, ha de bautizar con Espíritu Santo…, Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios…”.
La respuesta es amplia e importante para quienes le escuchaban en ese momento. Decisiva para todos los hombres y de todos los tiempos. Para mí y para ti, que le escuchamos y contemplamos hoy, ahora mismo. Escucha este testimonio y contempla despacio:
-Ante todo, Juan Bautista afirma que Jesús es el Cordero de Dios, es decir, el Cordero pascual y  Siervo de Dios, que quita el pecado del mundo. Por tanto, Aquél que, hombre como nosotros, lleno de amor y por amor extremo y máximo, se sacrificaría por todos, para liberar a todos del pecado, para justificarlos y usar misericordia con todos. Juan está anunciando aquí la muerte y resurrección de Jesús. Dice que es el Redentor y Salvador. Personalmente, ¿soy capaz de aceptar a Jesús con toda esa radicalidad de entrega, justicia, amor y misericordia? No hay otro Jesús verdadero, enviado por el Padre: “Tanto amó Dios al mundo, que envió a su único Hijo, no para condenarlo sino para salvarlo”. Me afecta a mí en persona. ¿Qué respuesta soy capaz de dar yo a Jesús? ¿Qué he hecho o voy a hacer por Él? Me lo tengo que preguntar en serio…
-El testimonio de Juan revela también otro misterio profundo de Jesús: es el que lleno del Espíritu Santo, bautizará con ese mismo Espíritu. Es Éste el Amor que el Padre le tiene y viceversa. Es la relación y comunión que circula entre Ellos dos. Es la Plenitud del Amor divino y humano. Es la Fuerza y el Poder que  le orienta e ilumina en toda su vida y misión aquí en la tierra y entre los hombres. ¿Quién me orienta a mí en mi vida? ¿Qué es lo que la llena? ¿Alguien puede darme más alegría y seguridad que la relación estrecha con el Señor Jesús, la comunión con Él? ¿Lo intento de verdad? ¡Todo el secreto humano y cristiano está ahí! Es más, todo ello es posible porque nosotros, por el bautismo, hemos recibido también ese mismo Espíritu, y por tanto, poseemos la posibilidad real de intercambio y amor con Jesús. Ese Espíritu y sus dones, entre otras cosas, nos hacen dar a nosotros, frutos de Vida y santidad para gloria de Dios y el servicio generoso a los hermanos, a todos, sin distinción ni exclusión. Soy templo del Espíritu y él ora en mí con gemidos inenarrables, nos dice san Pablo. ¿Me dejo guiar por el Espíritu Santo en toda relación con Dios y con los demás? ¿O vivo y actúo como si él no estuviera en mí, ni yo nada tuviera que ver con él? ¡Así no puedo vivir en cristiano! Ten en cuenta una cosa: la obra de Dios y la vida de los hombres se juega en la fidelidad sencilla de cada día al Espíritu Santo.
-Juan va todavía más allá al afirmar rotundamente: Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. ¡Altísima profesión de fe! Por nuestras propias fuerzas no podemos conocer la identidad divina de Jesús. ¿Cómo ha podido identificar a Jesús como Cordero de Dios, el Hijo de Dios y lleno del Espíritu Santo para bautizar en el Espíritu? ¿Cómo lo sabe Juan? Porque se lo ha comunicado quien le envió a bautizar con agua y preparar el camino al Mesías: Dios mismo se lo ha revelado interiormente. Es más, Juan ha visto lo que Dios le había dicho: yo lo he visto y he dado testimonio de ello. Pero, ¿qué ha visto Juan? Esto: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Y además, ha oído la voz del Padre con estas palabras del Evangelio de Mateo: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Todas estas son las fuentes que tiene Juan el Bautista para dar testimonio de Jesús, y ser un testigo incontestable. Para dar nosotros un testimonio semejante de Jesús, con nuestra propia vida, disponemos de las mismas fuentes: las inspiraciones del Dios, la presencia y acción del Espíritu, la fe verdadera y la oración.
-¿Soy yo capaz de hacer tal profesión de fe: Jesús es Hijo de Dios? Para poder hacerlo de verdad y con verdad, he de tener experiencia de encuentro personal con Jesús. ¿La tengo? Estar habituado a la relación de íntima amistad con Él. ¿La tengo? Mi fe ha de ser consistente como para seguirle y amarle como Él se merece. ¿La tengo? ¿Me dejo guiar en la oración y en la vida por la fuerza y el poder del Espíritu, o vivo la fe a mi aire, a mi gusto? Soy verdadero cristiano, discípulo misionero suyo, no solo cuando conozco teóricamente esta identidad y retrato de Jesús, que nos da el Bautista en este Evangelio. Lo soy cuando empiezo a ser reflejo con mi vida de este mismo testimonio. Entonces sí: empiezo a parecerme a Jesús, a tener una identidad semejante a la suya.
 
Para terminar: Mira y contempla al Cordero sacrificado y glorioso, al Siervo sufriente y Luz del mundo…, al Hijo de Dios vivo… Y vete e intenta ser capaz de señalar con la vida a Cristo presente entre nosotros. Saber que Jesús es el Hijo de Dios, poder confesarlo y testimoniarlo viene de Dios, no de nuestras capacidades. Es necesario, pues, abrirse a recibir el don del Espíritu para que nos guíe e ilumine. Para eso hemos contemplado y escuchado al Precursor. A lo largo de la semana, no te cierres al Espíritu: invócalo y espéralo siempre… ¡Y déjate guiar por él!