Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
        del día
 
Bautismo del Señor
 
Para empezar: Me retiro, me recojo y sereno… Y desde la calma interior invoco al Espíritu Santo… Quiero que me llene y me unja…, y me lleve…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 3,1317
 
En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
 – Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contestó:
– Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.
Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos  y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Y vino una voz de los cielos que decía: -“Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Con este domingo del Bautismo del Señor, concluye el tiempo de Navidad y da inicio el Tiempo Ordinario del ciclo A. Siempre es bueno saber de dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos. También en la liturgia y en la vivencia cristiana que ésta nos propone y ayuda a celebrar, contemplar y vivir, sobre todo, domingo tras domingo.
>Mezclado entre la gente que se presenta a Juan el Bautista para ser bautizada, de pronto se presentó también Jesús. Tenía entonces unos treinta años; había alcanzado la edad que le autorizaba para una actividad pública. Los dos se encuentran por vez primera. Contémplalos despacio: se miran y… ¿Qué sentirían sus corazones? ¿Qué siente el tuyo cuándo te encuentras, como ahora, cara a cara con Jesús? ¡Sin palabras o muy pocas! Jesús y Juan se dicen solo las indispensables. ¡Algo así, la contemplación!
-Aquí aparecen, además, dos sorpresas que contemplar: una, que Jesús se presenta a Juan para que lo bautizara, es decir, se presenta como un pecador más que quiere cambiar de vida y comenzar una nueva. Al entrar en el agua, los bautizados reconocían sus pecados y trataban de liberarse del peso de sus culpas. ¿Haría esto Jesús? ¿Acaso había de desprenderse de su vida anterior para entrar en otra vida nueva? Este hecho, era muy extraño para las primeras comunidades cristianas, ¡y se entiende! Pero se hacían preguntas semejantes. La otra sorpresa, más razonable, es que Juan intentaba disuadirle y le decía: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? Como se ve, hay un pequeño intercambio y en él, una resistencia por parte de Juan para hacer lo que Jesús le pide.
-No puedo dejar pasar esto: Jesús viene a mí sorpresivamente; cuando menos lo pienso está ahí conmigo. Seguramente, ahora mismo. ¿Le reconozco? ¿Le acojo? ¿Me dejo abrazar por Él? ¿O tomo mis distancias? ¿Cuáles son las resistencias, y las distancias, que pongo para aceptar lo que Jesús me pide? Es bueno detectarlas y actuar en consecuencia. ¿Me extraña, o temo que Jesús venga a mí y me pida algo? ¡Lo suele hacer…!
>Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. Jesús no quiere entrar en discusiones ni explicaciones. Le está diciendo: déjate hacer y llevar por Dios. El tiene sus proyectos sobre ti y sobre mí: es lo importante. Ahora lo que nos conviene a ambos es permitir, aceptar y consentir plenamente la voluntad de Dios. Esto es lo importante y decisivo, es lo auténticamente “justo”. ¿Cómo acojo yo la voluntad de Dios? Aquí está el secreto de la santidad y de todo crecimiento y madurez en la vida espiritual, en el testimonio y en la misión.
>Y Juan le bautiza. ¿Nos damos cuenta de lo que esto supone? A partir de la cruz y la resurrección, sólo entonces, se hizo claro para los discípulos y cristianos lo que allí había ocurrido, y es esto: Jesús había cargado con la culpa de toda la humanidad. Entró con ella en el Jordán e inició su vida pública tomando el puesto de los pecadores. El significado del bautismo de Jesús es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad. Los míos también, claro está. La cruz será su explicación suprema. ¿Me doy cuenta de lo que Jesús ha hecho por mí, por la humanidad? Lo pienso y le doy gracias muy sentidamente.
>Y aconteció lo maravilloso; fue lo siguiente: Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos  y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: -“Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.
Aquí tengo que contemplar despacio esta escena, las personas y cuanto en ella acontece:
-Se abrieron o rasgaron los cielos, es decir, sobre Jesús el cielo se abrió: el corazón del Padre está totalmente abierto. Lo que abre el cielo, o el corazón de Dios Padre, es la relación-comunión con su voluntad de Padre. Entonces la esencia del cielo es precisamente el cumplimiento de esa voluntad, o sea, que el cielo está allí donde se cumple la voluntad de Dios. Esto me invita a estar muy junto a Jesús, muy unido a Él, y con su ayuda vivir la voluntad de Dios. ¿Cómo me encuentro en este punto? No lo puedo dejar pasar sin más. ¿No tendré que ajustar un poco más mi vivencia cristiana a la voluntad de Dios?
-El Espíritu bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Abierto el corazón del Padre lo que sale de él a raudales es su Amor personal, el Santo Espíritu; y lo hace como una paloma: es una imagen para describir lo que en sustancia no se puede describir y está sucediendo allí. Y se posa sobre Jesús, se detiene, no es algo pasajero, sino que el Padre unge al Hijo con el Amor y el Poder del Espíritu, como Siervo, Profeta y Mesías.
-Y vino una voz de los cielos que decía: -“Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. ¡Todavía más! Del Padre sale una voz que afirma que éste Jesús es su Hijo, su único y amado Hijo. Él es el Hijo predilecto, sobre el cual descansa su beneplácito, todo su querer y amor de predilección. ¿Qué sentiría Jesús? ¿Cómo se inflamaría su Corazón, identificándose con el Padre y con cada uno de nosotros, pues viene por nosotros y para nosotros? Mientras contemplo la escena, ¿Qué siento yo? ¿Acojo el amor de Dios? ¿Se inflama de él mi corazón y mis ganas de servir a Dios y a los demás? Intento gozar interiormente con Jesús.   
-Está claro que aquí se preanuncia el misterio del Dios trino, más aún, se manifiesta y revela la Trinidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que vivirá y actuará siempre en Cristo, haciendo parte de su identidad y misión. Así, y con Ellos, Jesús comienza su misión, y con Ellos la llevará a término a lo largo de su vida hasta la cruz y la resurrección. Adoro con fe, humildad y amor a las Tres Divinas Personas ahora también presentes aquí, en mí, mientras contemplo el misterio. Hago un gesto de profunda adoración.     
-Ya ves: Jesús se presenta ante nosotros como “el Hijo predilecto”, que si por un lado es totalmente Otro, precisamente por ello puede ser contemporáneo de todos nosotros, “más interior en cada uno de nosotros que lo más íntimo nuestro” (San Agustín, Confesiones, III.6.11). Está conmigo y yo con Él… Consiento a esa Presencia… La acojo…
-Para nunca olvidar: “El bautismo que desde entonces administran los discípulos de Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que Él ha anticipado con su bautismo. Así se llega a ser cristiano” (Benedicto XVI). Me alegro y gozo, doy gracias a Dios por lo que soy y lo que tengo y lo que llevo con la realidad del bautismo. ¡Qué belleza! ¡Qué grandeza! ¡Qué compromiso!
 
Para terminar: Invoco a mi Padre Dios… Me uno en abrazo espiritual con Jesús, mi Hermano mayor y Amigo… Me dejo impregnar, ungir y llevar por el Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo y mío…
Y durante la semana, no dejo de repensar mi bautismo a la luz del de Jesús; me pueden ayudar mucho las palabras anteriores del papa emérito Benedicto XVI. Y las releo.