Y, por fin, el primer premio. Al final del visionado se puede leer: Cuando la libertad valía un rosario, la fe le costó la vida. El trabajo se centra en la vida y martirio del popular gitano Pelé. El mérito para el popular barbastrense Antonio Ubiergo. Un trabajo que el jurado eligió como el mejor: grabado en los lugares donde sucedieron los hechos, con gran cantidad de cuadros escénicos que muestran la veracidad de la historia y, finalmente, los numerosos "actores" (familiares y amigos) con los que Ubiergo ha contado haciendo, si cabe, más popular esta historia. MUCHÍSIMAS FELICIDADES.

 

El beato Ceferino Giménez Malla, conocido como El Pelé, (Benavent de Lérida, 24 de agosto de 1861 - Barbastro, 9 de agosto de 1936) fue un laico español de etnia gitana perteneciente a la Tercera orden de San Francisco.

Antes de su conversión, Ceferino era tratante de caballos y artesano de cestería. Hombre de profundas convicciones religiosas, ingresó como laico en la Orden Franciscana Seglar en 1902 y se casó con su prima hermana Teresa Giménez. Llevó fama de caritativo y piadoso, y participaba en catequesis de niños y asistencia a enfermos y pobres.

En una ocasión, fue injustamente acusado de robo y encarcelado, aunque finalmente fue declarado inocente. Durante su juicio, el abogado que lo defendía dijo: «El Pelé no es un ladrón, es San Ceferino, patrón de los gitanos».

Destacó por un gesto de heroísmo; durante la Guerra Civil española, en 1936, un grupo de milicianos republicanos estaban golpeando a culatazos a un sacerdote, por lo que Ceferino los reprendió por su conducta provocando la ira de éstos; además llevaba consigo un rosario, por lo que lo tomaron preso y lo condenaron a muerte. Personas que le apreciaban le ofrecieron salvarle si abandonaba su rosario, pero se negó, sabiendo que ello le conducía a la muerte.

Murió, en coherencia con la vida que había vivido, fusilado en el cementerio de Barbastro, en 1936, con el rosario en la mano, mientras gritaba su fe: «¡Viva Cristo Rey!».



Fue beatificado por san Juan Pablo II en 1997, siendo así el primer gitano martirizado en ser elevado a los altares.