Ese y no otro, es el fin de la Encarnación del Verbo: hacerse prójimo de esta humanidad maltrecha, y mediante su carne, curarnos.
 
 
Cristo es el Médico, la Medicina, la Salud y la Curación. Penetró en lo más profundo de la enfermedad de la naturaleza humana asumiendo nuestra carne; experimentó nuestras debilidades y enfermedades e introdujo la salvación.
 
"Efectivamente, nuestra naturaleza, enferma, tenía necesidad del médico; 
el hombre, caído, necesitaba de alguien que lo levantara; 
el que estaba sin vida necesitaba del que da la vida, 
el que había resbalado fuera de la participación del bien necesitaba de quien lo devolviera al bien... 
 
¿Es que esto era poca cosa y sin mérito para hacer que Dios se molestara en bajar a visitar a la naturaleza humana, pues en tal estado de miseria y desgracia se hallaba la humanidad?" (S. Gregorio de Nisa, La Gran Catequesis, XV, 3).
 

Ahora bien, el Verbo tardó en encarnarse para que afloraran todas las enfermedades del alma humana y así poderlas curar todas con su fuerza salvadora. Ya nada había oculto para la acción del Médico de los cuerpos y las almas.
 
"El retraso de nuestro beneficio se debió a la sabiduría y a la providencia del que es benéfico por naturaleza. Y un humor corrupto se desliza por los conductos internos, antes que el elemento intruso contrario a la naturaleza esté del todo al descubierto en la superficie, los que son competentes en la técnica al tratar las dolencias no atiborran el cuerpo de drogas astringentes, sino que esperan a que salga fuera todo lo que se ocultaba en el interior, y así aplican la cura directamente a la afección. Pues bien después que la enfermedad de la maldad se abatió de una vez por todas sobre la naturaleza humana, el médico del universo esperó a que ninguna forma de maldad quedase escondida en la naturaleza" (Id., XXIX, 2).
 
Hoy comienza nuestra salvación.
 
Hoy se encarna el Médico, poderoso en obras y palabras, que viene a redimir, salvar, sanar y curar.
 
Hoy es día de gozo y esperanza.